Las presumibles fallas estructurales en el edificio que ocupa un hotel frente a la Plaza de Armas de Guadalajara obligaron a su desalojo y al de más de una docena de locales comerciales en sus portales. Fue sin dudas el foco rojo que encendió la alarma sobre un temido problema que ha quedado latente desde que fue construida la parte subterránea de la línea 3 del tren ligero. Y es hora que las autoridades que procedieron a los trabajos de perforación, o sea la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, se sigue deslindando tranquilamente de cualquier impacto ya que, dicen, afirman y recontra aseguran la perforación del túnel bajo la avenida Alcalde-16 de Septiembre, contó desde el principio con “tooodos” los estudios técnicamente y a toda prueba, y que se realizaron junto a “super especialistas de la UNAM” que han lidiado con la complejidad de los suelos de la capital. Con tal firmeza se apoya la SCT para deslindarse sin más del problema que, ojalá y no, pudiera interpretarse como un riesgo grave para muchísimos inmuebles, por lo menos 23 de ellos ya plenamente detectados en ese corredor, además de edificios históricos, el museo del periodismo, templos como el Santuario, San José, San Francisco e incluso la misma Catedral Metropolitana, cuya vieja cimentación despierta enormes dudas acerca de la posibilidad de mantenerse cabalmente en pie al paso del tiempo o de una eventualidad factible como la de un sismo.
A lo largo del proceso constructivo, técnicos y profesionales jaliscienses hicieron hincapié en la falta de proyectos y el total desconocimiento de los suelos tapatíos por parte de quienes eran responsables de la obra y de quienes sobre las rodillas elaboraron los proyectos, ejemplo claro es el proceso erróneo implementado como medida preventiva al paso de la tuneladora en el templo de San Francisco, que lo partió en 4 en forma de cruz y que por la preocupación sensata y coherente de la orden religiosa a decisión de protección civil del ayuntamiento de Guadalajara llevó a su cierre al público, por evidente riesgo. Sin embargo, la inquietud es creciente y ha orillado a numerosos comercios y habitantes de la zona a ir deshaciéndose de sus fincas para evitarse peligro mayor. Y se recordará lo mucho que este llamado de atención llegó a las más altas esferas del gobierno federal anterior como hoy se lleva a las del actual que, al igual que el del pasado régimen, prosigue en una actitud de soberbia indescriptible y menosprecio a los puntos de vista locales que, por supuesto, están más inquietos e involucrados en la temática que los funcionarios que despachan cómodamente en la ciudad de México.
Tal actitud contrasta definitivamente con el interés de los jaliscienses que, en efecto, nunca se opusieron a la instalación del tren pero que consideraron siempre que había necesidad de prevenir efectos y enfocarse a los daños colaterales que a su paso podrían causarse en los edificios a lo largo de todo el trazo de la línea, procediendo, como quizá parcialmente se hizo, en proteger algunas estructuras lo cual, ahora vemos fue definitivamente insuficiente, incluso las causantes de los daños. En una reunión reciente, las autoridades del Ayuntamiento de Guadalajara, junto con los organismos estatales y la propia SCT, acordaron reunir todos los estudios tocantes al asunto, proyectos, estudios, bitácoras, levantamiento del padrón de posibles afectados a la fecha y demás datos concluyentes, pero, a decir verdad, a la dependencia federal se le ve bastante contagiada del síndrome característico del régimen presidencial presente: todo es culpa del pasado, lo que se hizo se hizo bien y sanseacabó. El caso es que el gobierno anterior ya no existe y el titular de Comunicaciones precedente, Gerardo Ruiz Esparza, tampoco está ya para responder a cualquier imputación que pretenda hacerse, la información nunca ha sido clara, ni transparente y menos a disposición pública. Sucede que un gobierno verdaderamente responsable toma a su cargo problemas, cualquiera que sea su origen y tiempo, para hacerles frente, lo cual está visto no parece figurar en la actitud de autoridades, según se ve, nada dispuestas como las presentes.
Las condiciones no están para minimizar el problema. Irresponsables y faltos de ética, por decirlo de alguna manera, serían quienes desdeñan un peligro latente, lo cual empeorará si no se culminan todos los análisis consecuentes y, además, se emprenden los correctivos y medidas requeridos para evitar cualquier siniestro. Desde luego que esto no excluye de su participación a otros niveles de autoridad, pero está más que claro que el peso de la responsabilidad esencial sigue siendo el de quien construyó la obra, a no ser que, como pasó ya en la fatal experiencia del Metro de la ciudad de México, los temas de esta naturaleza continúen siendo manejados políticamente, lo cual, téngase por seguro, aquí nunca sería aceptado por los jaliscienses.
Al contrario de los argumentos complacientes y la confortable posición de la SCT, autoridades y organismos profesionales e incluso sociales deben continuar procurando toda la información al alcance para que, en las distintas áreas que les corresponda, también contribuir a prevenir problema mayor o la eventual situación que ocasionaría un colapso de consecuencias impredecibles. El tema no es menor, y que le quede bien claro a los responsables.
Twitter: @MiguelZarateH