Deseo universal es conocer la realidad. Ciencia, filosofía y percepción cotidiana se unen en tratar de cumplir ese deseo. El empeño ofrece resultados considerados como certezas y en ocasiones como certezas “mientras no se demuestre lo contrario”. También el empeño con certeza nos arroja una realidad dual: La externa que vemos y la interna, adentro de nuestra persona, y no siempre coinciden. Esta dualidad con más frecuencia de la aceptada origina desacuerdos con consecuencias no buscadas y dese luego no queridas.
La ciencia se afana en construir medios, cada día más sofisticados, para afinar la mirada, penetrar más hondo, escudriñar todos los ámbitos y detectar lo invisible a los ojos y a los aparatos construidos para potenciar esos ojos. Hoy conocemos de qué esta hecha la materia del universo, y aun nos falta conocer de que está hecho, aquello con lo cual se constituye nuestra existencia interior, llámese espíritu o alma, pues es inmaterial y aun resiste el interés humano de conocer. No obstante, actos materiales, actitudes, conductas, actos “impensados”, propósitos, revelan elementos y certezas de esa realidad. Hoy sabemos cómo se articulan los hechos materiales con eso inmaterial habitante de nuestro ser.
De todo estos sucesos y quereres surge el deseo de poseer la verdad. Esa posesión se ha asociado por siglos al poder y dignificación de quienes la ostentan. No pocas guerras y enfrentamientos suceden cuando se lucha por tal posesión. Con frecuencia se aducen los datos, y los otros datos, para mostrar la posesión de cierta verdad. Con la misma frecuencia hay otros datos, pues tomamos datos según nos interese algún aspecto de la realidad, cuyo significado se acomoda al juego del poder y la credibilidad. El interés por no disminuir esos atributos orilla a tratar de mostrar, cada uno, la posesión de la verdad con argumentos y no con fundamentos.
La realidad no es transparente y disputar la posesión del mejor significado de ella sólo complica. Se disputa, por ejemplo, el número de pobres en el país, si menos o más. Es inútil. Del tamaño que sea, la pobreza es una cachetada al poder y a la sociedad que la tolera o esconde. Revela la dificultad de hacernos cargo de “su” realidad humana atroz, indigna. La realidad de la pobreza se impone. Actuemos para erradicarla.
Miguel Bazdresch