Hace días leí un texto en el muro de mi amigo periodista Alberto Vázquez, donde hace una reflexión sobre el tema de la inclusión, a raíz de una experiencia que tuvo en un restaurante en Monterrey. Al ser generacionalmente un boomer, podría pensarse que me inclino mayormente por el Facebook, lo cual en parte es cierto, y por eso me percaté de los comentarios de Alberto.
Sin embargo, por mi actividad periodística, además del gusto personal y académico, utilizo casi todas las redes sociales, pero muchos de mis compañeros de profesión y amigos son feisbuqueros y con frecuencia lo utilizan para expresar sus puntos de vista.
El tema de la inclusión me parece complicado de abordar, pero interesante, pues desde la perspectiva de Alberto, algunos jóvenes todavía no entienden el alcance de este concepto. En su narración dice que la joven que lo atendió le dijo bienvenidos “chiques”, porque ella pensaba que eso era incluyente.
De ahí surge el diferendo, porque él considera que la inclusión social va más allá de cambiarle una letra a las palabras, lo cual tiene razón en parte, aunque trataré de sustentarlo con voces expertas para no generar una discusión innecesaria.
Como padre de un joven con capacidades diferentes, ahora veo las cosas desde distintos ángulos, y coincido con mi amigo porque todavía nos falta mucho para ser una sociedad inclusiva. El entorno urbano, por ejemplo, sigue lleno de obstáculos para quienes tienen alguna dificultad motriz o visual.
En su artículo “El paradigma de inclusión y su pertinente asimilación” (2017), de Luis Armando Mojica Castro, el investigador colombiano hace un amplio trabajo donde señala que la inclusión social se inicia desde la asimilación consciente de la vulnerabilidad tanto física como mental.
Por ello enumera tres niveles, dos de los cuales tienen que ver con el entorno familiar o comunitario, y dice que la inclusión es una enseñanza bondadosa de algo que debemos asimilar como factor de vida para la convivencia genealógica. Y en un tercero habla de que en el entorno comunitario y social hace falta una enseñanza necesaria y perenne para aceptar la diversidad.
Miguel Ángel Vargas