Lo que para muchos inició como un “conflicto inmobiliario” por la disputa territorial, se ha convertido con el paso de los años en una guerra donde ninguna de las partes parece tener la razón, pero donde han pagado justos y pecadores.
A raíz del ataque del pasado sábado, fuimos testigos de las aterradoras imágenes, donde los terroristas de Hamás asesinaban a hombres, mujeres y niños a sangre fría. Su crueldad no tiene límites y desde este lado del mundo las condenamos sin conocer el fondo de las cosas.
Mi hijo José María me preguntaba mi opinión de lo que está pasando en aquella región, y aunque no soy un conocedor del tema, le dije que en el fondo se trata de la radicalización de posturas.
Es decir, a lo largo de la historia tanto en Israel como en Palestina han existido líderes que en lugar de buscar puntos de coincidencia han polarizado la situación y eso fue aprovechado por los extremistas.
Por ello, los mexicanos debemos ver con preocupación lo que sucede en la vida política de nuestro país, donde en lugar de unirnos, hay quienes dividen y nos ponen etiquetas (fifís vs chairos).
En el fondo la Cuarta Transformación es un movimiento con ideales muy válidos, pero que a la hora de llevarlos a la práctica a veces fallan al crear dos bandos como si se tratara de rivales a muerte, y no simples contendientes políticos.
Para no ir tan lejos, en nuestro estado también se replica el mismo modelo donde los partidos antes opuestos, ahora andan en el mismo bando compartiendo intereses a veces no tan legítimos.
En el otro extremo se encuentran funcionarios emanados de Movimiento Ciudadano, que utilizan el poder para aplacar a sus opositores, sin importarles que en medio de su disputa estamos millones de personas que solo queremos mejores condiciones de vida.
Lo más fácil sería que dejaran a un lado sus posturas radicales y traten de buscar puntos de acuerdo, en lugar de ensanchar sus diferencias, y de ahí partir a un diálogo que los lleve a una negociación.
Está comprobado que las discrepancias hacen daño cuando se llevan al extremo. Ojalá algún día lo entiendan nuestros diputados y el propio gobernador. Solo así podremos aspirar a un mejor Nuevo León.
