Hace casi dos años, nos enteramos a través de los medios de información que el joven Guillermo Raúl salió de su casa con la intención de vender su laptop, pero desde ese entonces sus familiares no han vuelto a saber de él y esa es la parte más terrible.
Unos meses atrás, mi hijo José María tenía la idea de hacer lo mismo con su computadora para renovarla, y contactó por Facebook a un sujeto que dijo ser militar como una manera de generarle más seguridad.
Por fortuna eso nos generó más desconfianza y le pedí que suspendiera la operación, pero en el caso de Guillermo no sólo le robaron, sino que lo privaron de su libertad y a la fecha se desconoce su paradero.
Eso mantiene en zozobra a su madre, que todavía no llega a comprender por qué su hijo, y cómo Puebla y específicamente la capital, es una de las que más alto índice de ausencias forzadas tiene a nivel nacional junto con el Estado de México.
Memo era un joven sin antecedentes ni problemas de conducta, y aunque los tuviera, tampoco merecía vivir un infierno como el que le tocó, por el simple hecho de hacer una simple transacción comercial.
Como él, miles de poblanos buscan a través de las redes sociales tener un intercambio, o vender algún aparato, pero se les olvida que los delincuentes están acechando para cometer sus delitos, entre ellos la desaparición forzada.
Según mi punto de vista, es una de las expresiones más crueles de la inseguridad que vive nuestro país, porque además de generar un daño patrimonial, representa un duro golpe a la moral de la sociedad, pues su tranquilidad se pierde para siempre.
Después de un acontecimiento de esa naturaleza ya nada vuelve a ser igual para las familias, y peor aún cuando las autoridades son incapaces de brindarles apoyo.
Hay miles de casos en todo el territorio mexicano, que además seguir en la incertidumbre, tienen que soportar la indiferencia del gobierno ante una problemática social generada por su misma ineficiencia.
