Era de esperarse, la guerra está declarada y al igual que me ha tocado vivir en otras entidades, con escenarios similares, el número de inocentes golpeados por asesinos a sueldo que ejecutan sus acciones en público y con un sinnúmero de personas a su alcance empieza a cobrar la vida de inocentes, que no son daños colaterales, pues estos se derivan de acciones de la autoridad y no de los criminales.
Estudiantes, amas de casa, madres en gestación, niños y personas que se ganan la vida honestamente han empezado a ser con mayor frecuencia alcanzados por las balas, el luto ha llegado donde no debería, la muerte se asoma de súbito en hogares donde estaba lejos la posibilidad de que los alcanzara por los disparos de delincuentes, que usan armas que siguen entrando sin control a nuestro país.
Hace unos días le hablaba aquí de la zona Laja-Bajío, que se ha empezado a convertir en tierra de nadie, y no porque la autoridad no tenga acceso a zonas en las que antes no entraba como Santa Rosa de Lima, sino porque los delincuentes han decidido confrontar a la autoridad sin importarles el nivel de gobierno que representen, como ocurrió en su momento en Nuevo León, Jalisco, Sinaloa o Tamaulipas, entidades que hoy están por debajo en el número de homicidios (por lo menos los reportados).
Habrá quienes opinen que es urgente un cambio en quienes llevan el mando en temas de seguridad en la entidad, pero déjeme decirle algo, lo que se requiere es un replanteamiento total de las estrategias en la materia, un simple cambio en las personas no traerá una mejoría en la situación, debe ser un conjunto de acciones, que en primer lugar hagan que la cifra de homicidios con la que cerrará enero sea el tope, segundo además de desarticular células delictivas se blinde al estado de la presencia de delincuentes, y tercero se opere con total inteligencia la reducción de los asesinatos que ya dejaron de ser solo entre delincuentes y ahora pasaron al plano de los inocentes.
El problema empieza a escalar y más voces se suman a demandar un cambio, lo que no debe generar malestar entre quienes ocupan los tres niveles de gobierno, sino debe representar la oportunidad de demostrar que el poder se ejerce para el bienestar de las mayorías, aquí más que molesta, la sociedad está preocupada, en algunos puntos atemorizada y eso no es vida. Urge disminuir la violencia antes de que empiece a disminuir la credibilidad de los ciudadanos en el poder del Estado.
