Todo es tan confuso, tan predecible ya que parece que la historia de nuestro país la empieza a contar un standupero pero no sé si reír o llorar, o lo peor, llorar de risa de ver lo que pasa, de prestar atención a cómo se está conduciendo el país que sin el menor recato termina siendo un mal chiste lo que estamos viviendo.
Es cuestión de sentarse unos minutos a observar la conferencia mañanera, en donde poco a poco los micrófonos son tomados por ¿comunicadores? De ¿medios de comunicación? Que no hacen más que hacer el caldo gordo al interlocutor con preguntas que no son del más mínimo interés informativo, no hay intención de ir por la nota y si la hay simplemente son relegados.
Es escuchar una perorata en la que igual se habla de la serie mundial, del detalle de los partidos, que de las redes sociales y su importancia como si esto fuera novedad. Así parece que también se conduce el país.
Hay cosas que no son nuevas, sigue teniendo del gobierno la mala costumbre de castigar al cumplido y premiar al incumplido, ahí tenemos, por ejemplo, las largas filas a fin de año para pagar impuestos con descuentos jugosos sobre recargos, mientras que las de los contribuyentes cumplidos son cortas y con sanciones inamovibles. De eso se trata el “apoyo” federal a los gobiernos estatales, quitas de compromisos a los incumplidos y deudores, no hay más para quienes cumplen y aportan importantes recursos a las arcas federales.
Los delincuentes se liberan, los enemigos van a prisión, la justicia es para los enemigos, la gracia para los amigos y aliados del sistema, se impulsa la generación de combustibles fósiles, se desalienta la energía limpia, se cierran proyectos de aeropuertos, se abre la puerta a otros por económicos que al final resultan más caros.
Reparten dinero a diestra y siniestra, sin auditar su uso, sin saber cuál es el destino que tienen las becas para los jóvenes que construyen el futuro, para los padres que dejan de llevar a sus hijos a las guarderías, dinero que seguro tiene cualquier uso, mientras se regala sin la menor supervisión.
Hay rumbo ¿o todo es un mal chiste?