Para muchos priistas la permanencia de Alejandro “Alito” Moreno al frente de la dirigencia nacional del PRI es impresentable, pero no me queda la duda de que el partido está secuestrado por un dirigente que no le interesa nada más que administrar las derrotas y mantener a flote a un viejo dinosaurio que se niega a morir, pero que también se niega a cambiar.
Poco o nada ha cambiado en el PRI pese a la estrepitosa paliza que hoy lo mantiene como una muy disminuida tercera fuerza política, con un solo bastión en el estado de Coahuila, y con las mismas prácticas corruptas de antaño que abonaron y allanaron el camino para la llegada de Morena a la presidencia de México.
Me pregunto si la 4T no encontró nada en Marko Cortés, como para doblegarlo y deshacer al menos la alianza legislativa con el PRI y el PRD, o en definitiva optaron por cortar el hilo por lo más delgado y le encontraron prietos en el arroz más chonchos al dirigente priista que se vio envuelto en una serie de audio escándalos ventilados por Layda Sansores gobernadora de Campeche, quien resultó tener un aparato de inteligencia más agudo que el del CNI.
Aquí hago un punto y aparte, primero, es obvio que estos audios se obtuvieron en una práctica de espionaje ilegal, pues no hubo mandamiento judicial para ello, segundo, al ser ventilados no se buscaba justicia ni la persecución de ningún delito, solo amagar al priista, a quien hasta se le cateó su domicilio en medio de acusaciones graves de corrupción.
Entonces, ahora que Alito dio su brazo a torcer, ¿será que ya nadie va siquiera a asomarse a ver si en realidad se cometió un delito? Ya no es una persecución útil y por eso ¿ahora le perdonarán todas las acusaciones al también ex gobernador de Campeche? Estamos de nuevo frente a un uso faccioso de las instituciones, práctica común entre quienes detentan el poder cuando buscan que se cumplan sus caprichos a como dé lugar.
Dejaré una reflexión además para el análisis: Alito aseguró que con quienes se comprometió fue con los “militares” a apoyar el paso de la Guardia Nacional al Ejército. ¿Será que detrás de todos estos movimientos no necesariamente está el Presidente y sí una milicia que empieza a mandar a las autoridades civiles? Es pregunta.
Miguel Ángel Puértolas
