El combate a la corrupción ha dejado de ser una bandera de la cuarta transformación para convertirse en una cantaleta cada vez más usada para justificar acciones a todas luces ilegales, costosas y en el menor de los casos controvertidas.
La primera gran acción que recordamos es la eliminación del proyecto del aeropuerto de Texcoco, que iba a ser el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en donde aduciendo el combate a la corrupción se dijo que se gastarían 100 mil millones de pesos en liquidar las obras frenadas y sin embargo la Auditoría Superior de la Federación encontró que el costo sería al menos el triple.
El combate a la corrupción ha sido el discurso para que se incremente el número de adjudicaciones directas de obras o servicios por parte del Gobierno Federal, que ya de por sí eran altas pues en sexenios anteriores se habló de hasta un 70 por ciento de éstas entregadas a empresas preseleccionadas por las dependencias federales. Hay quienes sostienen que 8 de cada 10 contratos se han cerrado de esta manera.
Casi no hay sector que no haya sido presa de este discurso, se dijo en su momento que la compra de vacunas anti-covid para la población saldría del combate a la corrupción por lo que no era necesario frenar megaproyectos como la Refinería de Dos Bocas o el mismo Tren Maya a donde se ha ido una cantidad enorme de recursos que pudieron servir para enfrentar la pandemia.
Y en el último capítulo de esta novela el combate a la corrupción ha sido el perfecto discurso para que haya una injerencia directa del titular del Ejecutivo en el proceso electoral utilizando como tribuna de campaña la conferencia de prensa que cada mañana encabeza desde Palacio Nacional.
Pues el Presidente López Obrador ha asegurado que no se detendrá a denunciar o que considere actos de corrupción de entre quienes participan en el proceso, curiosamente jamás se ha referido a las acusaciones en contra de sus correligionarios pero sí sólo en los opositores.
Ya chole con la cantaleta del combate a la corrupción.
Miguel Ángel Puértolas