Ya se ve venir, por si no fuera suficiente lo ridículo que es de por sí la política mexicana donde el insulto, la descalificación y el mal gesto están a la orden del día con carencia de propuestas, mientras el empleo no termina de recuperarse y las filas de mexicanos en la pobreza siguen engrosando con la amenaza de una recesión económica en pie, parece ser que a los presidenciables les importa más cómo hacerle para imitar a influencers de la web. Como si se tratara de un requisito para gobernar al país, vimos ya a Marcelo Ebrard y Adán Augusto López entrarle a compartir su número de Whatsapp asegurando que contestarán todos los mensajes, el secretario de Relaciones Exteriores empezó a hacer transmisiones en vivo desde sus redes sociales para que vieran lo bonito de la vista desde su oficina mientras que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, presumió su guitarra acústica desde el apartamento donde vive. Nada de lo aquí narrado es nuevo, ni las corcholatas están descubriendo el hilo negro, y más bien estamos viendo un torpe intento de entrarle a la viralización de contenidos entre quienes pudieran simpatizar con ellos, pero también podría tener el efecto contrario al enfrentarse a detractores que seguro se burlarán de lo que hagan en redes y habrá contestaciones lapidarias también, a las que se arriesga todo aquel que pretende saturar las redes con sus gracias. Ya en pasados procesos electorales vimos de todo, y sin duda una campaña que tuvo éxito fue la de la Mariana Rodríguez, que supo conducir a su esposo el gobernador de Nuevo León, Samuel García por la ruta del estrellato en las redes sociales, consiguiendo simpatías, que hoy contrastan con las duras críticas que se vierten en esas mismas redes reclamando al mandatario la inacción en temas importantes como la carencia de agua. Sí, en efecto, el alcance que pueden tener las redes sociales es mucho mayor y más económico que un mitin, permite además actuar al filo de la legalidad, pues propiamente no se puede calificar como promoción personal el contar qué está comiendo o qué está haciendo el político que sea, al final solo narra su vida diaria… con intención de promoverse y ganar simpatías claro. ¿En que contribuye esto a hacer un mejor país? la respuesta es sencilla… en nada.
Miguel Ángel Puértolas