En la competencia electoral, buena parte de los resultados se ganan o pierden en la mesa de negociaciones. Cuando el acuerdo es favorable y la alianza suma, generalmente los resultados serán positivos. Sólo el tiempo lo determinará. Luego viene la postulación de candidatos, como estamos ahora.
Los electores se preguntan y a veces se extrañan de como la anexión o desincorporación de algunos personajes, famosos unos, o populares otros, puede sumar, o restar a donde se afilian o se separan. En eso consisten las buenas o malas alianzas. Eso será resultado de negociar bien, con reglas y arreglos, que siendo relevantes, en ocasiones son descuidadas por los dirigentes, aunque suelen ser decisivas.
Cuando se da una alianza, habrá que revisar quien gana y quien pierde, porque no hay juego de suma cero, principalmente porque se trata de ganar y ganar, pero no es tan sencillo. Hay algunas hipotéticas sumas, que no suman, más bien restan. En eso consiste la habilidad de la aritmética partidista para distinguir oportunamente los planteamientos de las negociaciones. Sumar sí, pero sumar bien, el riesgo es restar.
Hacer alianzas con quienes agregan algún valor potencial, sin perder nada esencial, como la credibilidad, que es un valor político importante. O desaprovechar las definiciones distintivas de los partidos, que los hace diferentes contendientes, es de cuidarse. En una alianza, puede perderse parte lo ganado, o caer en la incoherencia y hundir a los electores en la confusión.
Sumar bien es hacer alianzas con quienes auténticamente vienen a aportar. Porque luego resulta que quienes se incorporan solo aportarán problemas en el corto y mediano plazo, como se dice pan o migajas para hoy, y hambre para mañana. En el grupo de los inconvenientes para sumar pueden ubicarse los inestables, los que van y vienen como veletas, y que en realidad no saben hacia dónde van, se mueven por oportunismo, sin convicción, por impulsos.
Hacer alianzas políticas requiere de cautela, criterio con inteligencia estratégica, conocimiento, habilidad, sensibilidad y de información, sin prisas, pero sin pausas. Saber diferenciar entre analistas y “analistos” que siguen en el siglo pasado y luego hacen malabarismos para justificar los adversos resultados electorales en términos simples.