En la mayoría de los países se debaten dos posiciones para operar los llamados servicios públicos estratégicos, por su carácter esencial para el desarrollo económico y social, como es el servicio de electricidad, ya sea con mayor o menor intervención del gobierno, o mayor o menor participación del mercado. Los neoliberales se animan por mayor intervención del mercado en la economía, pretenden que el crecimiento se base en la competencia y no en los subsidios. Es claro su objetivo es la ganancia, el lucro. En cambio los socialistas se animan por mayor intervención del gobierno en la economía, porque acusan que la llamada “mano invisible del mercado” siempre abusa de su condición para el enriquecimiento de unos pocos a costa de los usuarios o consumidores. Otros intentan mediar: que debe haber tanto mercado como sea posible y tanta intervención del gobierno como sea necesaria.
Recordemos algunas de las falacias con que el gobierno pasado animaba a la aprobación de la llamada “Reforma Energética” de absoluta vocación neoliberal. Uno de sus objetivos declarados era “Mejorar la economía de las familias: bajarán los costos de los recibos de la luz y el gas”. En los hechos quedó en el olvido, sentimos la mentira en nuestro bolsillo, era parte de una inteligente campaña de comunicación política.
Otro de los argumentos embaucadores era “Pemex y CFE seguirán siendo 100% empresas de los mexicanos y 100% públicas”. Y machacaban: “es momento de garantizar un mejor futuro para todo México”. Todo quedó en el vacío, porque siendo parcialmente cierto, creció la importación de gasolinas, gas, petroquímicos, a partir de la suspensión de inversiones en PEMEX, el crudo a la exportación, para dejar el campo libre a la inversión y rendimientos a beneficio de las grandes empresas privadas. Lo mismo ocurrió en la CFE. Como ha sucedido también en Teléfonos de México, que el próximo 2023 estará en el debate de posible renovación de concesión y más. Todo ha sido abrir estos sectores estratégicos al capital privado y hasta se jactaban: “comienza así una nueva historia para nuestro país. Hemos abierto las puertas de un mejor futuro para todos” (Sic).
La propaganda fue insuficiente para que el Congreso aprobara las reformas constitucionales, van saliendo a la luz los supuestos sobornos a funcionarios y legisladores, y presiones de los grupos de presión, sin que a la fecha haya testimonios y sanciones suficientes. El bombardeo de mensajes persuasivos sobre los dizque efectos positivos encubrieron los cambios legales.
Hoy la negociación política de la 4T se enfrenta a los grupos de presión. El resultado parece aún incierto en un entorno complejo tanto interno como internacional, mientras un día y otro también descalifican al gobierno del Presidente López Obrador, que pese a todo sigue con mayoritaria aceptación nacional. Esperemos que triunfe la esperanza sobre la experiencia.
Mauricio Valdés