Cuando logremos superar a la pandemia de Covid, lamentablemente se estima habrá mayor pobreza en el país y en el mundo. Naciones Unidas ha reconocido que la pobreza llegaría a afectar a 500 millones de personas. El desigual desarrollo en el mundo y en el país muestra el severo impacto de la enfermedad. Castigo a los sectores más débiles, pérdida de empleos, de viviendas, cierre de negocios, reducción de inversiones, migración, orfandad, delincuencia, deficiencias del aprendizaje, analfabetismo digital por carencia de medios económicos, inflación, entre otros daños.
Para enfrentar estos males el Gobierno de la República de la 4T ha impulsado programas sociales, ahora obligación constitucional, como: para el bienestar de infantes hijos de madres trabajadoras, producción para el bienestar, crédito ganadero a la palabra, tandas para el bienestar, sembrando vida, jóvenes escribiendo el futuro, pensión para adultos mayores, jóvenes construyendo el futuro, entre otros, para minimizar el impacto, las diferencias y reactivar a la población. Como hoy se reconoce una de las funciones primordiales de los gobiernos.
Las políticas gubernamentales deben alcanzar al mayor número de beneficiarios y descartar aquellas que no logran resultados para atender a los más necesitados. El bienestar es hoy día objetivo general del Estado, independientemente de la ideología. Por ello debería tomar fuerza la lucha para erradicar la impunidad, caldo de cultivo de la corrupción, que pretende aprovecharse de la sociedad y del Estado, haciendo más costosas las funciones públicas.
De lo contrario, el fracaso con respecto al daño de la pandemia y sus efectos será más permanente y amplio. Se requieren diversas políticas gubernamentales para atender temas que inciden en la pobreza y su extensión, como son la disponibilidad de alimentos de primera necesidad, la vivienda, el transporte, la educación, sin descuidar la salud, agua potable y saneamiento, seguridad pública, y desde luego la conectividad, las computadoras y las habilidades digitales, porque la pobreza digital, resultaría otra secuela de la pobreza crónica.
La pandemia ha deformado algunas actividades, unas para mejor, otras para mal. Los cambios en general se mueven lentamente, tardan en absorberse por la economía y la sociedad. La inflación le pega a los más pobres, las finanzas familiares parecen más precarias. A las deficiencias propias del período de acomodo a la educación a distancia, la desigualdad educativa se verá agravada, algunos por la interrupción de estudios, y otros por la deserción. La pandemia ha enriquecido rápidamente a unos y debilitado a otros, lo que se va notando.
Falta innovación frente a la pandemia, al menos, para atenuar su impacto, principalmente a las siguientes generaciones.
Mauricio Valdés