Se dice que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Tomando esto como una metáfora dado que no creo en que exista un infierno, podemos ver que en la política, como en la vida, se conocen mucho los qués, pero los cómos son escasos.
Vemos intenciones, pero poca planeación e implementación. Justamente los qués son las intenciones y los cómos son la planeación e implementación.
Resulta fácil fijar los qués, pero los cómos son complicados. Los cómos requieren conocimiento, concentración, enfoque, trabajo en equipo, reducir distracciones, dedicación y mucha paciencia. En política hemos visto que han existido muchas promesas no cumplidas. Esto sucede también entre personas.
Los políticos pueden prometer algo sabiendo que no lo van a poder o querer cumplir, o bien pueden prometerlo pensando que sí lo cumplirán, pero al final se dan cuenta que no pueden. La primera denota una perversidad y la segunda una ingenuidad. Ambos casos estamos mal.
¿Por qué pasa esto? En el primer supuesto, por la perversidad de algunos políticos que quieren adquirir poder para enriquecerse y alimentar su vanidad sin ningún interés en la gente. En el segundo supuesto por no entender la complejidad de las cosas.
El siglo XXI nos muestra los escenarios más complicados en la historia. La inteligencia artificial está cambiando y cambiará aún más las dinámicas humanas. Está provocando despidos masivos en trabajos intelectuales, no solamente manuales, e inclusive tiene el potencial de extinguir a la humanidad.
Más allá de nuestros objetivos personales, todos los actores de la sociedad tenemos el deber de aportar para mejorar lo colectivo. Los actores políticos tenemos una gran obligación con la ciudadanía para plasmar los qués y cómos para dar resultados concretos en el bienestar y alimentación; en la educación; en el impulso económico; en la movilidad; en la vivienda digna; en la seguridad; y en muchos otros rubros que muestran una tendencia mundial a empeorar. No podemos ser pasivos ante los retos que enfrentamos como país y como humanidad.
La democracia tiene sus defectos, pero es la mejor forma ideada para vivir en sociedad y lograr un balance y armonía entre todas las voces. Nuestra democracia mexicana funcionará mejor en medida en que todos aportemos y que las personas que están en el servicio público no solamente plasmen los qués, sino los cómos. En esto radica que podamos estar entre las naciones más prósperas del mundo, el potencial lo tenemos.