Cultura

Un viajero en Las Islas

Enoch Soames: un recuerdo de la década de 1890. Max Beerbohm. Introducción, traducción y epílogo de Juan Carlos Calvillo. UNAM, 2024.

El 3 de junio de 1997, en el Museo Británico, se armó cierto revuelo, cuando un grupo de lectores de Max Beerbohm (1872-1956) se presentó en la sala de lectura para atestiguar la aparición del protagonista más destacado de su libro de cuentos Siete hombres (1919), el etéreo Enoch Soames. Hay quienes juran haberlo visto; pero también pudo ocurrir que alguien se disfrazara para cumplir, con un performance, la acción determinante del relato: el viaje en el tiempo, el salto de cien años que realiza, por unas horas, el personaje del relato.

Antes de esto, acaso en junio de 1970, y en otro ámbito, la gran explanada de Ciudad Universitaria, en la Ciudad de México, Salvador Elizondo se encuentra con Enoch Soames, quien seguro se dirige a la Biblioteca Central para consultar los ficheros y confirmar (o no) la permanencia de su obra y de su nombre. Es lo que relata Elizondo en “Futuro imperfecto”, uno de los textos de El grafógrafo (1972), quien llama a Soames, con cierta sobrecarga de entusiasmo, “¡el más grande investigador literario que jamás ha existido!”

Hubiera sido un acierto al menos consignar, en la nueva edición universitaria del relato de Beerbohm, el “Futuro imperfecto” de Elizondo… Pudo ser un buen epílogo, o parte de éste. Lo que hay, por otro lado, no está mal: una buena introducción, y se traduce de forma íntegra el cuento, el cual, nos enteramos por Juan Carlos Calvillo, había sido vertido parcialmente por Borges y Bioy Casares, para su inclusión en la Antología de la literatura fantástica (1940). Calvillo cree que el traductor fue más bien Borges, quien, dice, excluye oraciones enteras, “una que otra”, y reduce “un cuento de cincuenta páginas a unas treinta y cinco”.

Entre las diversas traducciones del relato —Juan Pedro Aparicio (2006 o Javier Fernández de Castro (2019)—, dice Calvillo preferir una de Rodolfo Walsh, incluida en la Antología del cuento extraño (1956). Y señala la paradoja, que de algún modo contradice el espíritu del cuento, de que al menos en la lengua española el protagonista le ha ganado en celebridad al propio autor… porque Soames pide a su interlocutor: “Haga usted lo posible, ¡trate de hacerles saber que existí!”

Y es Beerbohm el que ha sido colocado en esa rara posición de dependencia con respecto a la creatura por él imaginada, pues se sabe de él, se le tiene presente, sobre todo por Enoch Soames.

Estas especulaciones no existirían, claro, si no fuera por el cuento, que ahora se publica de forma íntegra en la colección Relato Licenciado Vidriera, con una introducción muy informada y un epílogo inquietante, pues se habla, en este último, de los ecos bibliográficos que ha tenido ya no tanto Beerbohm como Enoch Soames.

El relato, en sí, concentra tres vías: una, la de retratar a la sociedad literaria británica de finales del siglo XIX; dos, incluir un asunto como el del pacto satánico, con diversos cultivadores (Juan José Arreola entre nosotros), y tres, proponer el viaje en el tiempo, del 3 de junio de 1897 a ese mismo día cien años más tarde, que fue la circunstancia que atrajo a tantos curiosos a la sala de lectura del Museo Británico, pues había una fecha precisa anunciada.

Y está, en cuanto al primer punto, el análisis de ese raro sistema de justicia de las sociedades literarias, de ensalzar a unos y borrar a otros. ¿Cómo distinguir entre un bufón y un genio?, se pregunta el narrador, quien le dice a Soames, en un murmullo, “que un artista que tuviera cosas verdaderamente nuevas, verdaderamente valiosas que darle al mundo tendría, por fuerza, que esperar mucho tiempo para ser reconocido”. La fama póstuma. ¿Será?

De ahí que la medida que se impone Soames para medir su éxito o su fracaso sea los cien años. ¿Se hablará de él entonces?

Según Calvillo, en esos afanes Soames podría hojear, aunque dos años posterior a su reaparición oficial, A Bibliography of Enoch Soames (1862-1897), de Mark Samuel Lasner, con postfacio de Margaret S. Stetz (Riverdale Press Oxford, 1999), libro que “muy pocas personas han tenido en sus manos”.

Esta consistencia sólida del personaje lo que reafirma, al fin, es el peso de una ficción que tiende, reiteradamente, a invadir la realidad e integrarse a ella. Ya no sólo viaja Soames en el tiempo sino también en el espacio, y puede materializarse en la sala de lectura del Museo Británico o en Las Islas de Ciudad Universitaria. ¡Larga vida a Enoch Soames!

Mary Carmen Sánchez Ambriz

@AmbrizEmece


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
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  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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