Al gobierno mexicano le falta decretar al optimismo una tarea patriótica para desterrar a los pesimistas por observar la realidad. El Estado no se puede pensar sin detenerse en los efectos impuestos por un proyecto de país capaz de mentirse a sí mismo.
Reynosa, Salvatierra, Macuspana, Culiacán, los más de cincuenta desparecidos este año entre Monterrey y Nuevo Laredo.
Ninguna discusión es posible sin un sistema común para plantear futuros. Antes fueron convicciones equivocadamente pragmáticas; ahora, un maniqueísmo ideológico y falsamente pragmático. Caminos unidos en las coincidencias de tres administraciones.
Hemos adoptado la falsedad en su forma más burda, aquella capaz de romper el código compartido para entender la realidad. Aunque los militares resolvieran el problema de seguridad y violencia, no son la respuesta para un país que se quiera determinar por vías políticas. Quienes creen que su inexistente eficacia perdonaría la injerencia de lo armado en la vida nacional, caen la mentira incapaz de distinguir entre realidad y ficción.
La participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad y civiles no debe solo ser vista a partir sus terribles resultados, sino, sobre todo, desde sus implicaciones políticas: el país que estamos permitiendo. Esta es una causa. Los resultados, son síntomas. El delirio nacional es en gran medida síntoma de esa participación e implica mayores riesgos a largo plazo. La construcción de una nación asumida incapaz de contener su violencia y administrar su vida civil sin instrumentos violentos y no democráticos. La inclinación mexicana al absurdo.
La exaltación de las Fuerzas Armadas es la ejecución política de la antítesis política en sí misma. Es la abdicación a dichas vías para solucionar los problemas en un país disfuncional.
Una mentira se identifica por la falsedad de postulados en un código compartido. El mayor ejercicio de mentira política está en la imposición de significados que rompen ese código común para identificar la mentira. Ocurre cada mañana. Si abandonamos el código coherente, una frase puede decir lo que no pregunta. Como si la afinidad fuera suficiente argumento se ignora todo lo demás, incluyendo el argumento.
Maruan Soto Antaki
@_Maruan