Es recurrente en mí el ejercicio periódico de limpiar la mirada. Lo realizo estando atenta a cómo mira un niño, o un pensador, o un experimentador de alternativas. También me es refrescante para ese fin: contemplar obras de arte, conocer a un extraño, comer helado, dar un beso, pasear un perro y asistir a conferencias sobre temas disímiles.
He coincidido en este saludable ejercicio de limpiar la mirada, con otros que lo hacen caminando en los bordes de una laguna; desconocidos y amigos que toman fotografías capturando poemas visuales en una flor, un ave o una gota de brillo de sol.
Tan diversos en ese paraje, los perros y los conejos, como los paseantes que van tomados de las correas de esas mascotas por respeto al hombre, y las sueltan al retozo y la carrera por respeto al animal, y a la vida.
Hay mañanas con el horizonte oculto, cubierto por una penumbra desde donde emergen pequeñas lanchas, rasando el agua, como pececillos paridos por la niebla láctea. La caminata limpia la mente, los pensamientos asimilan la cadencia de los pasos que, medidos en minutos o en kilómetros, son distancia emburbujada, andar de infinitos caminos siempre interiores.
Mirar es conversar, en todo acto de percepción tanto se recibe como se aporta: la emoción, el encanto o el desencanto de lo que se descubre, en el otro, en lo otro. Pongo a consideración el término “mirador”, para el remitente que mira; “miratario” para el destinatario de la mirada; y “mirante” para la conciencia profunda que experimenta el mirar y el ser mirado.
He tomado esta idea de la literatura, en donde se ha propuesto el término “narratario” para el lector, ya que es un ente partícipe de la creación narrativa al rehacer o interpretar o experimentar un texto a través de su lectura.
Me apropio de este lenguaje para reflexionar si ¿al ser mirado, se participa en un proceso creativo? ¿Algún séptimo sentido nos involucra como cocreadores de la escena de quien nos observa? ¿Cómo es que la imaginación mirante lee la mirada que nos mira, y se reinventa el mundo compartido?
Me pregunto si el paisaje conversa con quien le mira, y lo transforma en otro al recibir su mirada, me gusta creerlo así: El ser humano siempre mirado por el Universo, el Universo siempre mirado por el ser humano, ambos re-creándose infinitamente por una mirada limpia. _