El semáforo para la reactivación económica se encuentra ya en color naranja.
A diferencia de los que sirven para regular el tránsito, este consta de cuatro colores, y el naranja es uno intermedio entre el rojo y el amarillo.
Pareciera ocioso recordarlo pero no lo es: no es rojo, pero tampoco es amarillo o verde. ¿Qué idea se haría quien viera la actividad de las personas en las calles, el bullicio en los tianguis, las personas hacinadas en las ‘orugas’, los gimnasios y los cines?
Poco a poco el gel antibacterial, a manera de botón de muestra, ha dejado de ser el protagonista en comercios y oficinas públicas. En los sitios que llegan a tomar la temperatura en los filtros de entrada lo hacen en la mano, con las falsas lecturas que eso genera.
Es muy importante no relajar las medidas de prevención y el distanciamiento social en esta nueva etapa de “nueva normalidad”.
Los efectos económicos han obligado a miles de personas a reincorporarse a sus actividades, sin descontar a aquellos que, por lo esencial de sus labores o lo precario de su bolsillo nunca pudieron guardar la cuarentena.
El número de quienes perdieron su empleo, o vieron disminuido su salario, o cerraron su negocio poco a poco será cuantificado conforme pasen los meses tras la reapertura.
De estos casos no se hace aún un recuento en las ruedas de prensa sobre el covid-19: son los otros damnificados.
Porque algunos establecimientos no reabrirán, y otros más intentarán recuperar su lugar y navegarán por las turbulentas aguas de la crisis.
Conforme los estragos de la pandemia se vuelven más numerosos, los casos de contagios y defunciones se van presentando cada vez en círculos más cercanos.
Mientras no esté disponible una vacuna contra este nuevo coronavirus, la vida continuará y para que -literalmente- así sea es necesario extremar precauciones. Hagámoslo.
Periodista de investigación. Ex servidor público de carrera
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