El corredor carretero Querétaro-Irapuato-León es uno de los ocho ejes con mayor tránsito vehicular en el país. Y conforme se acerca el periodo electoral se va consolidando como el escenario natural de una guerra de anuncios espectaculares.
En entregas anteriores me referí a la proliferación de publicidad con rostros de políticos locales y nacionales, principalmente del Movimiento de Regeneración Nacional, aunque también del PAN, quienes, haciendo uso del gastado recurso de promover supuestas revistas de limitada circulación y reconocimiento e incluso libros, mostrando sus nombres y figuras a los automovilistas y viajantes que cotidianamente circulan por la zona, bordeando las fronteras de lo que permiten las leyes electorales.
Ahora tocó a esos partidos políticos, Morena y panistas, protagonizar la guerra de lodo que ha trascendido de los memes a las magnas carteleras de los anuncios espectaculares. Y es que haciendo uso de medias verdades que pueden ser mentiras completas, cada instituto político intenta llevar agua a su molino haciendo quedar mal a su contrincante con datos que como diría el clásico: pueden ser ciertos, pero están exagerados.
Lo lamentable es que esto solo muestra el (paupérrimo) nivel del debate, la descomposición de la arena política, pero sobre todo el estado de crispación y polarización que desde hace casi un cuarto de siglo ha impulsado el tabasqueño que todas las mañanas pontifica desde Palacio Nacional.
Por definición, los partidos políticos deberían ser promotores de una normalidad democrática y los valores aparejados a ella; no obstante, desde hace sexenios ya, el espíritu pragmático los lleva a buscar ganar por ganar, aunque se lleven de por medio la cultura de la legalidad.
Allá ellos. Si su lógica es el “calumnia que algo queda” o el buscar figuras populares de reality show para las candidaturas, aunque no sean para nada idóneas, entonces continuarán cavando su propia tumba. Lo que hay que ver. Esto apenas comienza.