“…en Ramá se oyó un clamor: muchos llantos y muchos gemidos.
Es Raquel, que llora a sus hijos, y no quiere ser consolada…”
(Mt 2, 18)
Por décadas hablar de personas desaparecidas era un asunto que se asociaba a regímenes autoritarios, dictaduras militares, que exterminaban a la disidencia política. De irrupciones domiciliarias, redadas en reuniones de los llamados “subversivos” por el sistema. Argentina, Chile, Nicaragua fueron los más siniestros ejemplos de un capítulo en la historia de nuestras naciones que a través de las décadas, y comisiones de concordia y de la verdad histórica han sido apenas superadas.
Pero lo que hoy acontece en nuestro país, México, y en nuestro estado, es difícilmente comprensible.
Todos estos secuestros, desapariciones forzadas, miles de personas de las cuales se desconoce su paradero constituyen un fenómeno que durante la última década ha cobrado auge. Y ocurre paradójicamente en un régimen que se presume democrático.
En esta edición de Notivox León, el reportaje de Mariana Ramos desplegado en El Tema nos ofrece cifras y datos profusos, testimonios e historias que contradicen la simplona postura de las autoridades estatales: el desafortunado por indolente comentario que hiciera el ex gobernador Miguel Márquez, quien en más de una ocasión minimizó los casos de personas desaparecidas, bajo el ramplón argumento de que son personas que se van al extranjero sin avisar o se fugan con el novio.
¿12 mil personas? ¿12 mil guanajuatenses, huyen de sus hogares sin avisar? ¿Se van con su pareja sentimental evadiendo a sus padres? ¿Le deben a Coppel, a Elektra, a los bancos, no quieren pagar una pensión alimenticia? El argumento además de pueril, es insultante.
Es insultante para la inteligencia de los guanajuatenses, pero más aún para el dolor y la desesperación de quienes buscan a sus seres queridos, en hospitales, giros negros, fosas y morgues; o repartiendo volantes, pegando carteles con sus fotografías, lanzando como una botella a la mar publicaciones en redes sociales con la esperanza de recibir noticias de alguien que pueda dar rastros de su paradero –y aún así hay gente sin escrúpulos que les extorsiona a partir de tales publicaciones- o presentando denuncias que sólo acumulan polvo en algún escritorio de las fiscalías.
En los textos sagrados, se registra un lamento, quizá junto con el del Calvario, de los más estremecedores de todo el Nuevo Testamento. Los miles de llantos y gemidos de Raquel, que llora a sus hijos y que no admite consuelo. Porque no hay consuelo que pudiera ser suficiente a las madres judíos cuando el perverso Herodes mandó asesinar a todos los primogénitos.
Escuchar el testimonio de las madres de los desaparecidos, clamando tener de vuelta a sus hijos y, conforme pasa el tiempo, asumir la resignación y pedir ya solo sus restos para darles una digna sepultura donde puedan reposar en paz, y descansar ellas a su vez de tanto dolor, multiplicar el clamor y los gemidos por más de 12 mil, debieran mover a la acción, no solo a las autoridades.
No puede tener corazón quien voltea la mirada hacia otro lado.
A menos que, quizá, se trate de un moderno Herodes.
Periodista de investigación. Ex servidor público de carrera