Es un lugar común que cuando las mujeres tienen ambiciones profesionales, políticas o sociales, existan descalificaciones de género. "La esposa de", "la hija de", "la novia de". De repente, en las notas periodísticas, la mujer pierde su identidad y se sustituye su carácter por el nombre del hombre a la que se le asocia. Como si sus aspiraciones estuvieran íntimamente ligadas a la subordinación ante el género masculino.
Cuando Hillary Diane Rodham Clinton inició su carrera política estaba en la universidad y era soltera. Hacía activismo y formó parte de agrupaciones políticas desde adolescente. Sus aspiraciones se mostraron desde entonces, no hasta después de casarse con Bill Clinton. De hecho, parte de la plataforma de su esposo estuvo basada principalmente en sus aportaciones e ideas. Sin embargo, cuando fue candidata presidencial en 2016, los titulares desaparecían en ocasiones su nombre por el de "la ex primera dama", un título honorario que en Estados Unidos tiene un poco más de peso político que en México; sin dejar de ser el de "la consorte" del presidente de ese país.
Cuando Amal Almudin se casó con el actor y productor George Clooney, ya tenía renombre en la comunidad internacional por ser una apasionada abogada especializada en la defensa de los Derechos Humanos de refugiados. Sin embargo, si se hace una búsqueda en Wikipedia, solo aparece la entrada de Amal Clooney, y las primeras dos páginas de las búsquedas de Google sobre ella son recortes de revistas de sociedad, o de moda.
Esto no es casualidad. Apenas hace unos días, Martha Erika Alonso se registró como candidata para contender a la gubernatura de Puebla. "La esposa de Rafael Moreno Valle" sustituyó su nombre en titulares, opiniones, tuits, posts, memes y en charlas de café. Ante su propia defensa, algunos aludieron a que ser la esposa del ex gobernador era su único acercamiento a la carrera política. Martha Erika ha trabajado como secretaria General del Comité Directivo Estatal (CDE) del Partido Acción Nacional (PAN) en Puebla durante casi dos años, y lideró comités de participación ciudadana y de la mujer de su partido antes de ser la Presidenta del DIF Estatal. Es decir, que tiene mucho mayor contacto con la ciudadanía que muchos de los políticos que buscarán el voto y, en específico, de su competencia.
Esto debe ser un indicador de cómo se manejará el discurso de las campañas durante este año. De las nueve gubernaturas en juego, hay candidatas mujeres en 6. En el caso de la Ciudad de México, hay seis mujeres interesadas en el cargo: cuatro de ellas buscan una candidatura independiente y las dos restantes son de partidos considerados de izquierda. La representación de la mujer en cargos de elección popular significa mayores posibilidades de desarrollo para todas las mexicanas. No obstante, se elimina toda personalidad propia de las aspirantes basándose únicamente en su género. Esto quiere decir que, por ellas mismas, sus capacidades no son tantas, como las de los políticos varones que han ejercido cargos. ¿En verdad su representación nos ha dejado más beneficios, solo por el hecho de a) ser hombres y b) haber estado un largo tiempo en la política?
La realidad del país, el ánimo social y los resultados en materia económica, social, de derechos humanos, reproductivos, anti corrupción y de trabajo nos dicen que no: no por ser hombre se gobierna mejor.
Esto debería ser suficiente para alzar la voz cada vez que vemos una publicación donde se invisibiliza la capacidad de la mujer para dirigir, para liderar y para proponer las políticas que sí nos pueden mover hacia un mejor futuro.