La primera impresión que asombra al extranjero de país rico es constatar los contrastes sociales. Desde la visita del científico Alexander von Humboldt a principios del siglo XIX, cuando México era todavía colonia de España , era ya notable el contraste… y este sigue vigente en pleno inicio del siglo XXI.
Más de la mitad de nuestra población ha quedado orillada y fuera del camino del progreso económico y social.
La extrema pobreza no hace posible que quien está en esa clasificación pueda cubrir sus necesidades básicas. Los servicios públicos de salud, casa y educación son inexistentes. Montadas en un constante aumento de la población, las diferencias se agudizaron al tiempo que, como una ironía, el pobre es víctima de la publicidad consumista y del afán de mostrar visos de bonanza, especialmente para celebrar algo.
El pobre está más inclinado que el clasemediero, al consumo de bebidas alcohólicas, para mitigar momentáneamente su calidad de marginado.
El fenómeno es mundial y, cubiertos bajo las desigualdades, emergen problemas que bajo mil disfraces exigen respuestas inmediatas. Su arrolladora inercia no augura que la crisis se resuelva por sí sola, sino al contrario, que aumentará.
Durante el Foro Mundial de Davos que reunió a miles de actores económicos y políticos, estos se declararon como responsables mancomunados para crear una sociedad justa y equitativa libre de miserias y atropellos a la dignidad humana.
Se ha cuestionado en varios foros el modelo de capitalismo de libre empresa que se sigue en casi todo el mundo. Hasta la “sociedad anónima” resulta, como instrumento jurídico, en contraste con el cooperativismo, culpable de oponer patronos frente a trabajadores en la función de producción que debiera expresar unidad de propósito.
Al capitalismo del siglo XXI le falta ajustarse a la corresponsabilidad social que se negó ejercer.
A las empresas que ostentan el lema de “socialmente responsable” habría que buscar la certificación de sus propios trabajadores.
La brecha económico-social toca, naturalmente, la cuestión fiscal. Nuestra recaudación es baja: solo un 16% del PIB el cual, a su vez, no cubre ni el 3% de la inflación anual ni mucho menos, la tasa mínima de crecimiento de creación de empleo y de servicios sociales. No se recuerda que los pobres han sido el motivo de las revoluciones.