Dice la onceava ley de Greene: “Aprenda a que los demás dependan de usted”. Y vaya que se ha convertido en agua corriente esta premisa en la política clientelar del mundo entero y muy especialmente en México, aunque el autor de las 48 Leyes del Poder se refiere a la manera en que deben de conducirse las y los cortesanos de ayer y hoy para conservar su lugar en el círculo del soberano.
Una buena referencia podríamos encontrar en la nomenclatura partidista, donde las cuotas para los cuates están a la orden del día; los jefes nacionales de los partidos favorecen a liderazgos locales que luego les retribuyen con su voto y apoyo, además del de sus tribus. Así llegó Anaya a la presidencia del PAN, con el visto bueno de Madero, a quien luego desconoció cual dóberman.
De igual modo llegaron Madrazo y otros tantos, en ausencia de una figura presidencial que dictara su destino en el PRI.
Lo mismo sucede aún en el PRD.
A diferencia de los partidos con dueño, como MC, el Verde y el PT, en los que la última palabra la tiene este.
Y qué decir de Morena, sin comentarios.
En los gobiernos pasa algo parecido, rasputines que le lavan el cerebro al amo en turno para despertar sus inseguridades y volverse imprescindibles, hasta que llega otro más astuto, más vil o más desalmado y desplaza al hasta entonces favorito de Su Majestad.
Casos de estos conozco muchos y son realmente vergonzosos pero efectivos para quienes ejercen de aplaudidores y quienes son aplaudidos.
En el mundillo de la consultoría política hay también seudoestrategas, seudocreativos, seudopublicistas, seudoencuestadores y hasta seudoperiodistas que se alimentan de las puerilidades de las y los políticos para asegurarse una vida de holganza y privilegios con solo abrir la boca y estirar la mano.
Lo bueno es que quienes ejercen este oficio no suelen trascender para bien; lo malo es que les vale madre. Su chamba es otra.
Lo peor es que andan por el mundo haciendo y deshaciendo o más bien destruyendo, candidaturas, campañas, carreras políticas, ciudades, estados y países enteros.
Para alivio de mi audiencia, quiero resignarme a entender la premisa de Greene en el positivo sentido de hacer lo que se debe, de manera seria, oportuna, constante, sostenida, profesional y comprometida para que siempre nuestro trabajo sea requerido, valorado y recompensado, ya sea como servidor público, investigador, operador político, coordinador de campaña, estratega, asesor, consultor o hasta como chofer de quien esté a cargo de asuntos más elevados que los nuestros.
En mi equipo hay gente realmente valiosa, sencilla y muy pertinente que me ha ayudado a prestar mis servicios como consultor y estratega político de la mejor manera para que muchas y muchos otros hayan podido empatizar con sus electores y logrado ser alcaldes, alcaldesas, gobernadoras y gobernadores, senadoras y senadores, diputadas y diputados, presidentas y presidentes.
Por lo demás, siempre habrá rémoras, chinches, garrapatas, ladillas y todo tipo de bichos raros en los equipos de trabajo de la naturaleza que sea.
Sirva de consuelo saber que así ha funcionado la humanidad desde su génesis y así lo hará hasta el fin de los tiempos, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Marco Sifuentes