Política

48 Lecciones sobre elecciones

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  • Marco Sifuentes

Diga siempre menos de lo necesario

Esta es la cuarta ley de Robert Greene, la cual se asemeja a aquel consejo que El Padrino le dio a su hermano: “Nunca digas lo que estás pensando”. A mí me recuerda a aquella entrevista de televisión donde presenciamos a un tal Bejarano solazándose frente a un payaso, pretendiendo darle y darnos clases sobre ética política, para luego tener que tragarse sus palabras al quedar expuesto por un video donde salía recibiendo enormes cantidades de dinero mal habido, intentando justificarse y haciéndose acreedor a tremendo regaño a cargo de su interlocutor, quien le recriminaba como a un chiquillo mentiroso “No me pendejees”.

Qué mejor ejemplo de que en política es menester poseer una cola corta para tener la lengua larga.

Casos hay muchos y no quisiera abundar en lo que sucede todos los días en la famosa “mañanera”, donde salen un día sí y el otro también a justificar todo tipo de entuertos, disparates y malas conductas de índole familiar.

Lo cierto es que en el caso de Ya Sabes Quién, parece aplicar la antítesis de esta ley, pues a mayor “lenguaracidad”, mayor ruido, confusión, distracción y comedia.

Hoy, el lenguaje gerundiano, el dime y el direte se instalan no solo en Palacio Nacional sino en la interlocución que le obsequian los principales fans del califa a la mexicana, quienes no se han tomado la molestia de considerar la opción de ignorarlo al menos un día y todos al mismo tiempo para tratar de cambiar la conversación y encontrar en la cotidianidad la normalidad anhelada en nuestras vidas.

Anotada la excepción, creo seriamente que cualquier mortal abocado a la política debe tener un férreo control de sus palabras y ajustar su lengua al cerebro, utilizando como embrague la gracianiana prudencia, antes de espetar cualquier idea y acabar deshonrando el patíbulo de la opinión pública y las redes sociales.

Tal vez sea esta una primera admonición de lo que nos depara el ocaso lopezobradorista de cara a su sucesión.

Veremos y contaremos todo tipo de deslices, ocurrencias y panegíricos, cuyo propósito será el de “posicionarse” como la o el favorito a ocupar la silla de piel que muestra un águila devorando a una serpiente en la parte superior del respaldo.

En el decurso habrá de todo, elucubraciones, falsos profetas y hasta chamanes de la ciencia política elevando sus apuestas y conjeturando, así como delectación, filípica y verborrea.

Ante esta andanada de consejos y dicharachos, vindictas y perogrulladas, habremos de agradecer al silencio y a quien haga de él su aliado y vocero, porque a veces comunica más quien domina el arte de callar y hacerlo en el mejor momento.

Las y los aspirantes a un cargo popular, del calado que sea, deberían, paradójicamente, en pocas palabras, hablar menos y escuchar más.

Adiós pues, al discurso farragoso, al galimatías y el espantoso lugar común del político y sus analistas.

También el discurso de género y el lenguaje incluyente nos imponen nuevos retos a tomar en cuenta, con todo y lo que eso conlleva y contrae, pero esa, dijera la Nana Goya, es otra historia.

Para llevar

Un amable lector me dijo que no estaba de acuerdo con la segunda ley de Greene. ¡Qué bueno! No la siga. _

Marco Sifuentes

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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