El camino a la liberalización de los precios de las gasolinas y del diésel está lleno de decisiones políticas.
En enero, los precios de esos energéticos subieron 20 por ciento y causaron enorme tensión social que, por cierto, todavía no se extingue.
En febrero, los precios no suben y el gobierno reconoce que se tomó una decisión discrecional —igual que en enero, asegura— para evitar el incremento.
El costo de esta última decisión fue de mil 200 millones de pesos, cubiertos con los excedentes en la variación del precio del petróleo y del tipo de cambio del peso frente al dólar.
Después de la andanada defensiva del gobierno, para salir al paso del encono generado por el gasolinazo de enero, en la que reiteró hasta el cansancio que se trataba de decisiones tomadas de cara al proceso de liberalización del mercado de los combustibles, pareció un contrasentido el que, en febrero, no se elevara el precio.
En enero el margen fiscal le permitió al gobierno “suavizar” el aumento (del precio de la gasolina Magna, en lugar de 3 subió 2 pesos) y nadie lo notó, y en febrero, el gobierno lo evitó; es decir, simplemente dejó los precios sin cambios.
Cuando tendrían que haber aumentado en 70, 15 y 50 centavos los precios máximos de la Magna, Premium y el diésel.
La Secretaría de Hacienda, que encabeza José Antonio Meade, hizo sus cuentas y pudo reducir el IEPS a los combustibles, mediante un estímulo fiscal, utilizando los excedentes por petróleo y tipo de cambio.
El gobierno, al final de cuentas, quedó como el cohetero, al que, si truenan los cohetes bien, le chiflan y si le va mal, también le chiflan.
Exista o no un cálculo y un objetivo político en esta medida discrecional, lo más probable es que la opinión pública lo dé por hecho.
Muy pocos verán en la doble medida discrecional un acto de sensibilidad social de parte del gobierno.
Es poco probable siquiera que se alcance a mirar, ya no digamos, con benevolencia.
Para la mayoría el gobierno debería mantener los precios de los energéticos sin alzas, como lo hacía cuando éramos petroleros y ahora porque ya se abrió el sector energético. Pronto no habrá discrecionalidad, solo racionalidad económica.
La realidad es que México ya le apostó a la liberalización de los precios de las gasolinas y del diésel y ya no hay vuelta atrás. Todos tendremos que ir aprendiendo que es un mercado cíclico que inexorablemente llevará a picos elevados en su precio y algunas otras ocasiones, marcará a la baja. Al tiempo.
Twitter: @marco_mares