Con importante y vital custodia, como pocas veces desplazada en su administración, el presidente López Obrador estuvo en Acapulco en un intento por mejorar las relaciones entre ese pueblo sabio y las propias, tras los desastres ocasionados por el huracán Otis.
Pertrechado en la zona naval del otrora paradisiaco puerto, el tabasqueño fue presionado por los diversos representantes de los sectores de la sociedad para que aceptara la serie de condiciones que le impusieron los afectados por el paso del fenómeno natural hace ya 29 días y que, como se sabe, destrozó al puerto guerrerense y sus alrededores.
No había de otra más para que el presidente aceptara el compromiso de la inminente recuperación y reconstrucción de Acapulco, luego de la devastación que dejó alrededor de 400 mil damnificados, así como derrumbes y desmantelamiento de casas e inmuebles que fueron, hasta hace un mes, el patrimonio y bienestar de miles de guerrerenses.
Tras su mañanera, a López Obrador no le quedó mas que aceptar los designios y las imposiciones de la gente que se apostó en los alrededores de la referida zona, con el único objetivo de que fuesen escuchados por el mandatario.
La petición era única: exigir fondos públicos para la reconstrucción de casas y viviendas de la gente que quedó sin nada por el paso de ese huracán que dejó en ruinas la mayoría de inmuebles.
El Jefe del Ejecutivo federal no tuvo más que aceptar que su gobierno tendrá que disponer de varios miles de millones de pesos que se entregarán por familia, para que en un programa llamado de Autoconstrucción, comience una nueva vida para los guerrerenses.
En su alocución, López Obrador insistió que en la repartición de los beneficios gubernamentales para los damnificados (como es su costumbre) no intervendrán “ni mediadores ni coyotes” con el fin de qué el dinero destinado llegue a sus reales beneficiarios.
Empero, pese a que ofreció los referidos beneficios, cientos de guerrerenses se plantaron desde temprana hora en las inmediaciones de esa zona marítima con el fin de que los escuchara el mandatario, como al final ocurrió.
Y hacerlo partícipe de los perjuicios ocasionados por el huracán Otis y también por la nula atención de la que se hace llamar gobernadora de Guerrero, la innombrable Evelyn Salgado, que al igual que su papá, Félix Salgado, no atinan en nada para limpiar su imagen con sus coterráneos.
Y para dejar clara su imagen ante el dañado puerto, AMLO hizo un recorrido en otro barco por las orillas de la costa y observar dentro de la nave, si quizá le dio la visión, constatar los daños.
Así de fácil fue la reunión del presidente con los sectores de la sociedad de Acapulco, que por lo menos recibirán ya dádivas por los daños sufridos hace casi un mes por el fenómeno natural.
Que todo sea por el beneficio de la gente de Acapulco y la recuperación física y económica de ese trascendental puerto, que ha sido el centro de reunión y diversión de muchos millones de mexicanos que tuvimos la oportunidad de pasear y refrescarnos en las aguas del pacífico, de ese sitio que antes fue de alta reunión de verdaderos personajes de todos los estratos sociales de México y el mundo.
Notas de Trascendencia
Rubén Maturano Ruiz, reconocido en el ámbito futbolístico en las décadas de los 70 80 y 90 por su gran capacidad técnica para entrenar jugadores profesionales del balompié mexicano, se recupera de una operación quirúrgica en la que fue intervenido hace un par de días.
El prestigioso técnico mexicano se recupera en Guadalajara, ciudad que adoptó hace ya más de 30 años y en donde se convirtió en excepcional técnico de equipos, entre otros de la entonces afamada Universidad de Guadalajara. Maturano, un hombre de buena fe, recibe las atenciones en un hospital de la Perla de Occidente y se encuentra en cuidados por su familia y los cientos de amigos que hizo a su paso por el balompié nacional.
Vaya para él y su familia mi más apreciado saludo y bendiciones para su pronta recuperación.
