La renuncia del ministro Arturo Zaldívar de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha generado una considerable controversia y plantea varias inquietudes sobre sus acciones, empezando por la razón por la que deja su cargo: sumarse al “proyecto” de la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum.
Recientemente, el Senado recibió su renuncia, y el presidente Andrés Manuel López Obrador ya propuso una terna de candidatas para reemplazarlo el 15 de noviembre.
Es por eso que considero importante que analicemos la gravedad de su renuncia, ya que no es un caso superficial de un elemento más que deja un cargo público para “irse a campaña”.
En el día y medio desde su anuncio, expertos legales han planteado preocupaciones constitucionales, destacando el artículo 98 de la Constitución, que establece que los ministros solo pueden renunciar por razones graves.
Sin embargo, la afiliación de Zaldívar a Morena y su admisión de que ya no posee la independencia e imparcialidad requeridas para un juez plantea serias preguntas.
¿Debería permitirse que la Corte sea ocupada por un operador político del Poder Ejecutivo? Por el bien de la integridad de la Corte, su salida ahora sí parece necesaria.
Diversas hipótesis intentan explicar la renuncia de Zaldívar, pero ninguna cuenta con pruebas concretas.
El propio Zaldívar aclaró varios puntos en un programa, desmintiendo rumores sobre buscar un cargo público o aspirar a ser el fiscal general.
Sin embargo, estas afirmaciones, aunque no están garantizadas, sugieren una maniobra política que supera su voluntad individual.
El único beneficiario claro de la renuncia es el presidente López Obrador.
La renuncia de Zaldívar se presenta como superflua en el ámbito político, careciendo de ventajas sustanciales para la campaña de Claudia Sheinbaum en las elecciones de 2024. Esto subraya la naturaleza meramente simbólica de la autoridad conferida a Sheinbaum por López Obrador, anticipando un gobierno donde las decisiones sigan las directrices del presidente si Morena triunfa en 2024.
No se puede considerar a Zaldívar una víctima en este escenario. Su elección de renunciar y unirse a Morena implica asumir el costo de respaldar las afirmaciones de sus detractores más cercanos, suscitando preguntas sobre qué incentivos o compromisos podrían haber influido en esta arriesgada movida para su credibilidad.
La reputación entre aquellos que lo conocen resulta crucial, y al asociarse con Morena, Zaldívar ha decidido aceptar este costo.
La renuncia plantea interrogantes fundamentales sobre cuándo abandonó su independencia e imparcialidad, y cuándo empezó a operar en función de López Obrador.
Un juez que se adentra en la política de la noche a la mañana no inspira confianza.
Me parece lamentable que este tipo de acontecimientos se estén convirtiendo cada vez más en el pan de cada día.
El cinismo en la política mexicana se ha convertido en el común denominador, por lo que solo queda en nuestras manos, como ciudadanas y ciudadanos, decidir si queremos que estos personajes continúen haciendo lo que desean, sin importarles nuestras leyes e instituciones.