hace poco más de un mes se viralizó el video documental del artista Bad Bunny de “El Apagón”, una de sus canciones más recientes, en el cual se aborda lo que está sucediendo en Puerto Rico a causa de la gentrificación y el turismo extractivista registrado por la periodista Bianca Graulau mediante su reportaje “Aquí vive gente”.
Dicho documental nos muestra imágenes del país caribeño, de los conciertos del artista, así como también de protestas y noticias de medios de comunicación sobre los ya famosos apagones a causa de la privatización de la transmisión y distribución de la electricidad que, hoy por hoy, afecta a miles de personas, y retrata los problemas de desplazamiento de diversas familias a causa de la gentrificación que actualmente sufren los barrios de San Juan como Puerta de Tierra y Santurce (de allí que una parte de la letra de la canción diga “que se vayan ellos”.
La primera vez que lo vi, pensé: ojalá México también tuviera un artista con la fama y el poder comunicativo de Bad Bunny para visibilizar a nivel mundial lo que ocurre en las zonas turísticas del territorio mexicano con respecto al turismo, que no es muy distinto a lo que se retrata de Puerto Rico:
Desplazamiento de pueblos originarios y pobladores de las zonas turísticas y ecosistemas como la selva, para destruirlas y construir a su paso más hoteles para beneficiar a unos cuantos, todo ello casi siempre de forma violenta.
O lo que ocurre en las grandes ciudades con respecto a la gentrificación, a causa de la laxa o nula regulación de lo que el sector inmobiliario ha hecho de la vivienda hoy en día, para impulsar y promover la llegada de personas que puedan pagar rentas más altas (que en las metrópolis casi siempre resultan ser extranjeros que trabajan remoto y prefieren vivir en México por ser “más barato”), mientras desplazan a las y los habitantes de estas zonas justo por esa alza de costos.
Abordo este tema porque precisamente el día de ayer, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México firmó una alianza con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la empresa Airbnb para que la ciudad capitalina sea “la Capital del Turismo Creativo en América Latina”, así como un destino global para “nómadas digitales”. Sin importarles que gobiernan una ciudad en la que ya de por sí las rentas y el mantener cierta calidad de vida es además de costoso, difícil para muchas y muchos mexicanos (no por nada el Estado de México y Pachuca se han vuelto hasta cierto punto en lo que se conoce como lugares o ciudades dormitorio, ya que allí habita una gran cantidad de personas que trabajan en la Ciudad de México, pero no pueden costearse el vivir allí mismo), las autoridades capitalinas anunciaron esta política como una acción que coadyuvará en la derrama económica de quienes lleguen a la capital para trabajar en modalidad remota.
Lo peor es que, cuando la prensa les cuestionó si dicha acción no traerá como consecuencia el aumento de las rentas y el precio de los servicios en algunas colonias como el centro histórico o las de la alcaldía Cuauhtémoc, estas negaron la posibilidad de ello, aunque tampoco aseguraron contar con los instrumentos regulatorios para evitarlo o revisar si lo causará.
Honestamente, yo al igual que la canción de Bad Bunny, considero que, aunque el turismo es una de las actividades económicas más importantes del país (incluyendo el turismo laboral), este debe regularse para evitar que sea una desventaja para las personas locales, y si hay alguien que debe irse son todos aquellos que provocan que los habitantes de las comunidades mexicanas sean desplazadas de las residencias que han habitado toda su vida. _