Hace unos días vi en facebook una imagen que hacía referencia a que las sociedades actuales hemos sido educadas (o adoctrinadas realmente) hacia el consumo, lo cual podemos observar en cómo están diseñados nuestros espacios públicos.
Lugares con poca infraestructura y mobiliario para la pausa y la espera, que no invitan a quedarnos y al hocio, sino todo lo contrario: motivan e incentivan la vida rápida y el consumo a través de grandes espectaculares, anuncios hasta en las paradas del transporte público, con amplios espacios para el automóvil, pero reducidos para el juego de nuestras infancias, entre otras cosas (esto que menciono es lo menos).
Creo que en parte hemos comprado esta idea de que así deben ser nuestras ciudades, porque reina entre nosotros la desinformación y el aceptar lo que se nos ha enseñado, sin escudriñarlo y ponerlo en duda, llevándonos al punto en el que estamos actualmente, con urbes que nos orillan al consumismo y a una vida superficial.
En parte se debe al sistema económico que el mundo adoptó como el óptimo, el cual sin duda tiene sus aciertos y ventajas, pero tampoco se puede negar que ha inducido a que la sociedad se enfoque a vivir de forma rápida y centrando el valor del ser humano en qué tan productivo y útil es o puede llegar a ser.
Y lo peor, es que el espacio público sigue educándonos a nosotros y a las generaciones más jóvenes, situación que debemos cambiar, exigiendo más y mejores lugares para la recreación y para el hocio, el cual no es malo, ni está mal.
Y más ahora que estamos resintiendo todos las externalidades de la crisis sanitaria por el Covid-19, donde muchos nos hemos tenido que enfrentar a enfermedades y transtornos mentales, a una sobrecarga laboral, más la incertidumbre de la situación y el cansancio mental que ha significado el tener que hacerle frente a una pandemia, con todos los cuidados y medidas sanitarias que ello ha representado, considero que es urgente que podamos contar con espacios públicos seguros, amplios y adecuados para el descanso.
Lugares que no nos obliguen a comprar y a retirarnos, sino a quedarnos y gozar del entorno que nos rodea, pero eso lo conseguiremos haciendo lo que nos corresponde: exigiéndoles a las autoridades correspondientes que hagan lo suyo, trabajando en crear mejores condiciones para que podamos recrearnos y convivir, y haciendo lo propio, ayudando a construir los espacios que necesitamos, donde estos consideren nuestras experiencias y requerimientos.
Es urgente cambiar la visión con la que construimos y vivimos las ciudades. De no hacerlo, seguiremos no solo viviendo vidas superficiales y preocupadas por la inmediatez, sino también tendremos que hacerle frente a las consecuencias de la sobrexplotación de los recursos para seguir creando los productos que consumimos.
Y no solo eso, sino también la sobrexplotación de nosotros como individuos productores que solo son vistos como eso: personas que basan su valor en el nivel de productividad y utilidad, ya sea en las empresas, en nuestras familias, en el trabajo, y en todos lados.
Personalmente, me ha costado trabajo entender que el descanso también es necesario y que no tiene nada de malo, pues de ello depende nuestra salud física y mental.