Política

En México seguimos caminando a la deriva

El 17 de agosto se conmemora el Día Mundial del Peatón, una fecha que debería servir para recordar lo obvio: todos somos peatones en algún momento del día. No importa si conducimos, usamos transporte público o bicicleta; siempre hay un tramo de nuestra rutina que recorremos a pie. Sin embargo, en México, caminar se ha convertido en una actividad peligrosa, incómoda y, para millones, incluso mortal.

El origen de esta fecha se remonta a 1897, cuando Bridget Driscoll se convirtió en la primera persona registrada en morir atropellada por un automóvil. Desde entonces, el tránsito motorizado se ha vuelto cada vez más agresivo y dominante, relegando al peatón al último peldaño de la jerarquía vial. La intención del Día Mundial del Peatón es revertir esa lógica, priorizando la seguridad y el derecho a la movilidad de quienes caminan. Pero en nuestro país, este ideal parece todavía muy lejano.

Datos del INEGI y de organizaciones civiles como México Previene muestran que, en promedio, más de 3,500 peatones mueren cada año en incidentes viales. Y detrás de esas cifras hay un patrón claro: banquetas estrechas, invadidas o inexistentes; cruces inseguros; semáforos mal sincronizados; y políticas públicas centradas en el automóvil.

Caminar en muchas ciudades mexicanas es enfrentarse a obstáculos constantes: desde autos estacionados sobre las banquetas, hasta rampas mal diseñadas que imposibilitan el paso a personas con discapacidad o adultos mayores. Y aunque la ley y los reglamentos de tránsito establecen que las personas peatonas tenemos prioridad, en la práctica esa prioridad es una ficción.

Aquí es donde las autoridades tienen una deuda histórica. Los gobiernos municipales, estatales y federal han fallado en garantizar una infraestructura segura y accesible para las y los peatones. La movilidad peatonal rara vez es prioridad en presupuestos o planes de obra. Mientras que la fiscalización de infracciones que ponen en riesgo a peatones (como invadir cruces o estacionarse en banquetas) es mínima, cuando no inexistente.

Y cuando hay intervenciones, muchas se quedan en acciones cosméticas: pintar cebras peatonales sin revisar la semaforización; colocar puentes ANTIpeatonales que obligan a caminar largas distancias y subir escaleras peligrosas; o inaugurar calles “peatonales” que pronto son invadidas por coches y motos.

El problema no es falta de diagnósticos. ONGs, académicos y colectivos ciudadanos han documentado por años lo que se necesita: calles completas, reducción de velocidades, infraestructura accesible, alumbrado seguro, y una redistribución real del espacio vial. Pero falta la voluntad política para enfrentarse a los intereses que han privilegiado al automóvil durante décadas.

No se trata de “quitarle” espacio al automóvil por capricho, sino de reconocer que la ciudad debe servir primero a las personas, no a las máquinas y esto implica un cambio de paradigma: pasar de diseñar ciudades para mover coches a diseñarlas para mover personas, de forma segura y digna.

En este Día Mundial del Peatón, las autoridades mexicanas tienen la oportunidad —y la obligación— de comprometerse públicamente a priorizar la movilidad peatonal. No con promesas vagas, sino con planes concretos, presupuestos asignados y plazos claros. La vida de miles depende de ello.

La ciudadanía, por nuestra parte, también tenemos un papel: exigir, participar en consultas, y no normalizar la invasión de espacios peatonales. Recordemos que defender el derecho a caminar es defender el derecho a la ciudad. Porque mientras las banquetas sigan siendo un campo de obstáculos, los cruces una ruleta rusa y el automóvil el amo del espacio público, seguiremos conmemorando este día con más víctimas que avances.


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Marcela Brown
  • Marcela Brown
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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