En la colonia Horacio Terán, calle Puerto de Mazatlán, entre 9 Ceros Simón Bolívar y Conde de Sierra, la vida cotidiana de varias familias se ha convertido en una pesadilla. Ya que desde hace poco más de un mes, a raíz de las últimas lluvias, una fuga de drenaje ha invadido la zona. Lo que debería ser un servicio básico funcionando en condiciones óptimas se ha transformado en un foco de insalubridad que amenaza la salud y la dignidad de vecinos, adultos mayores y personas con discapacidad.
El caso fue reportado a Comapa. Un trabajador acudió al lugar, levantó el registro, dio un diagnóstico rápido asegurando que el problema estaba en el tubo central y se marchó sin realizar ninguna reparación ni ofrecer una fecha de solución. Desde entonces, la fuga persiste, el agua contaminada corre, el mal olor se intensifica y la desesperación de los vecinos crece.
La negligencia en este caso no es un asunto menor. Aquí hay personas concretas sufriendo las consecuencias:
María Zúñiga, de 87 años, ha desarrollado infecciones en las piernas debido al contacto con la contaminación. Ante la falta de respuesta oficial, tuvo que atenderse por su cuenta, pagando de su bolsillo consultas y medicamentos.
Marcelina, de 85 años, vive con discapacidad visual. Para ella, moverse por la zona es un reto constante, y ahora debe hacerlo en un entorno insalubre y peligroso.
Una pareja de abuelitos ha visto su hogar afectado. Por su patio pasa el arroyo donde se concentra el agua del drenaje. El olor es tan insoportable que decidieron abandonar la ciudad, pues uno de ellos, con múltiples enfermedades, no podía permanecer en esas condiciones sin poner en riesgo su salud.
Estamos hablando de un riesgo sanitario real y grave. El drenaje no es un adorno urbano: es un servicio esencial que, cuando falla, se convierte en un vector de enfermedades. Las infecciones en la piel son solo el primer síntoma visible; detrás vienen problemas respiratorios, gastrointestinales y un deterioro general en la calidad de vida, que pudiera evitarse con una pronta acción por parte de las autoridades correspondientes.
El municipio de Victoria y Comapa tienen la obligación legal y moral de intervenir de inmediato. No hacerlo implica una violación directa al derecho humano a la salud y a vivir en un entorno sano, reconocido en nuestra Constitución y en tratados internacionales que México ha suscrito. La omisión aquí no es simplemente una falla administrativa: es un acto de negligencia que pone en peligro la vida y el bienestar de ciudadanos que han cumplido con sus obligaciones, pagan sus servicios y merecen una respuesta.
La pregunta que debemos hacernos es sencilla: ¿cuántos reportes necesita recibir la autoridad para actuar? Este caso ya fue denunciado. Ya se envió personal a “ver” el problema. Ya hay un diagnóstico técnico. Lo único que falta es la voluntad política y la asignación de recursos para repararlo. No hablamos de un proyecto faraónico ni de una obra compleja: se trata de una reparación de drenaje central que, si se atendiera con urgencia, podría resolverse en cuestión de días.
Pero la inacción tiene un costo. Cada día que pasa, las aguas negras siguen contaminando, las infecciones avanzan, el olor se impregna en las casas y el sentimiento de abandono crece. Los vecinos, especialmente los más vulnerables, se ven obligados a adaptarse a condiciones indignas. Algunos, como mis abuelos, han tenido que huir de sus propios hogares.
Exigimos que el municipio de Victoria y Comapa actúen de inmediato. Que envíen personal calificado, maquinaria y materiales para reparar el tubo central, limpiar el área y devolverle a este vecindario las condiciones mínimas de salubridad. No se trata de favores ni de gestos de buena voluntad, sino de cumplir con las obligaciones más básicas de un gobierno que debe velar por el bienestar de su gente.