¡No m*men!

Disculparán mi vocabulario, pero ¡no m*men! Es lo único que se me ocurre decirle a todos los hombres (y me incluyo) después de dos semanas de angustia colectiva y rabia al final por la desaparición de Debanhi y todas las mujeres a las que se sigue buscando a lo largo y ancho del territorio nacional.

¡No m*men! En serio. A las mujeres no las acosan las mujeres. A las mujeres no se las roban las mujeres. A las mujeres no las violan las mujeres. A las mujeres no las matan las mujeres. A las mujeres las abusamos, las violentamos, las matamos nosotros los hombres. Punto.

Ya basta de que las mujeres marchen y protesten. Ellas han dejado muy en claro su molestia e indignación. ¿Qué más podemos pedirles? Ya basta de decirles que estamos con ellas, de marchar atrás de ellas, de solidarizarnos. Nos corresponde a nosotros los hombres actuar para evitar que las mujeres sigan sufriendo, pues somos nosotros los culpables de esas situaciones.

Necesitamos los hombres de México demostrar que no queremos más mujeres violentadas, y esa demostración debe de ser pública, enorme, multitudinaria y en todas y cada una de las ciudades del país. Tenemos que salir a marchar para exigir que ni una más. Para gritar que no permitiremos más violencia. Para vernos las caras unos a otros y reconocer, en ese acto, que no queremos más violencia de género.

Pero más importante que marchar (porque debemos marchar, lo digo en serio), es ser lo suficientemente hombres para enfrentar los actos de violencia contra ellas. Se trata de confrontar  a quien sabemos que los comete. Se trata de hacer paro y que dos, tres, cuatro o más hombres que incluso no se conozcan se detengan a intervenir cuando veamos situaciones de peligro para ellas. Se trata de estar alerta y vigilantes para exigir la intervención oportuna de las autoridades. De juntarnos afuera de un domicilio cuando se sepa que dentro puede haber una mujer en peligro. De hacer algo, carajo. Y no solo de indignarnos y hacerlo saber por las redes sociales. Eso no sirve de nada.

Tenemos que hacer algo nosotros, no ellas. Porque ¡no m*men!. Ya basta de hacernos p*nd*ejos.