No era el tema ambiental, ni la presunta corrupción en las obras. La cancelación del aeropuerto de Texcoco fue simple y llanamente porque Andrés Manuel López Obrador quiso dejar el mensaje de que él manda en México aún antes de tomar posesión como presidente.
El asunto es sencillo de entender: AMLO quiere desmontar todo vestigio de los gobiernos anteriores al suyo, de manera que sea él quien inaugure una nueva era en el poder mexicano. De allí el concepto de la Cuarta Transformación.
Por ello López Obrador no estaba dispuesto a permitir que un aeropuerto tan grande, tan fastuoso, fuera atribuido a Enrique Peña Nieto. Y la posibilidad de que AMLO la inaugurara en unos años estaba fuera de cualquier posibilidad. Se trata de borrar y eliminar para volver a construir.
Para lograr su objetivo el mecanismo es claro: organizar consultas populares sin mayores controles donde sabe que siempre ganará. Consultas como las del fin de semana, sin metodología, sin reglamentos o leyes que las sujeten. Donde no hay transparencia respecto a los resultados, porque los votos se contaron a puerta cerrada y nadie ajeno a su equipo fue testigo de su contabilidad.
Y aquí viene algo a lo que debemos acostumbrarnos: AMLO organizará consultas una y otra vez para alegar que no son decisiones suyas, sino del pueblo. Y quien se opone a los resultados se convierte en enemigo del pueblo. Así de sencillo.
El siguiente paso será eliminar las reformas educativa y energética. Y el objetivo es el mismo: borrar todo vestigio de la administración de Peña Nieto. En un descuido se votará sobre el futuro del tren Toluca-México, atendiendo claro a solicitudes de ejidatarios del Estado de México.
Pero eso no será lo peor. Estoy seguro de que en tres años, cuando se vote por renovar el Congreso de la Unión, habrá una consulta sobre revocación del mandato presidencial, con una salvedad; se preguntará al pueblo no sobre la posibilidad de una reelección de López Obrador, pero sí de una ampliación de su periodo como presidente por uno, dos o hasta tres años. Al final quedarse más de seis años en Palacio Nacional no será una decisión de López Obrador, sino del pueblo, que le insistirá en que se mantenga al frente del Ejecutivo para terminar con los proyectos de la Cuarta Transformación.
El banquillo
Queda más que claro que el presidente Enrique Peña Nieto decidió abandonar su puesto desde hace varias semanas. Sigue siendo el titular del Poder Ejecutivo, pero ya no manda en México. Quien le representa es el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, prácticamente el único funcionario que aún da la cara ante los problemas existentes.
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