Al principio de la pandemia por el covid-19, todo era novedad, principalmente cuando se anunció la cuarentena, cuando se pidió que los mexicanos se quedaran en casa y además, que muchos de los negocios de los llamados no esenciales cerraran en forma temporal.
Después vinieron los despidos y ahí empezó a cambiar la vida, se habló de que la violencia aumentaría, lo cual por fortuna no sucedió.
También empezaron las campañas en diferentes medios de comunicación para guardar la sana distancia, para estarse lavando las manos constantemente y el uso de cubre bocas, además de agregarle el hecho de tener tapetes con cloro a la entrada de las casas, negocios y todo tipo de empresas.
Hubo desde un principio quienes no perdieron la oportunidad, ya que empezaron a vender cubre bocas, desinfectantes, túneles que rociaban líquidos para evitar entrar a hospitales, edificios públicos y demás con el coronavirus. Los taxis y los camiones urbanos tenían que ser desinfectados constantemente.
Pasaron los meses, se tuvieron que empezar a reiniciar con actividades, algunos restaurantes abrieron sus puertas guardando los protocolos establecidos, otros simplemente las abrieron ante la desesperación de sus dueños para tener ventas.
Muchas reuniones en salones o quintas, así como en viviendas o en las mismas calles fueron clausuradas, al haber demasiadas personas en las mismas y sin respetar los protocolos de sanidad.
Pasaron muchas cosas y la vida empezó a volver con la nueva normalidad, por lo que en La Laguna, los habitantes ya se empezaron a acostumbrar a traer sus cubre bocas, a guardar la sana distancia y a traer sus botes de gel antibacterial.
Pero muchos, pero muchos más al ver que el número de contagios ha bajado, sienten que ya no pasa nada con el covid-19 y ya están haciendo su vida "normal", sin pensar en las consecuencias.
Se pueden ver a muchas personas en el centro de la ciudad, en las plazas, parques sin respetar los protocolos de salud y no se diga en las colonias, en donde parece que el coronavirus nunca existió.
No cabe duda que a todo se puede acostumbrar, pero menos a no comer.