Muchísimas personas tienen en su manera de ser, una marcada tendencia a plantear todo en términos de oposición y de dicotomía:
«Si yo consigo lo que quiero es porque alguien se queda sin ello»; «Si yo salgo ganando, si quedo más arriba, será básicamente porque tú sales perdiendo, porque te quedas más abajo»; «Si a él le interesa eso, será por algo, y seguramente a mí me conviene que suceda lo contrario»; etc.
Es la filosofía del yo-gano/tú-pierdes. Una forma de entender la vida en la cual parece que el éxito sólo puede lograrse a expensas de otros, o excluyendo el éxito de otros, o a costa del fracaso de otros.
Habrá que evitar antagonismos innecesarios.
Se trata de una mentalidad que acaba conduciendo a continuas situaciones de frustración.
Tanto es así que en toda la literatura mundial en torno a la efectividad humana que se ha escrito en las últimas décadas se ha impuesto rotundamente un estilo muy distinto, que podríamos llamar del yo-gano/tú-ganas.
No es una simple técnica para mejorar las relaciones humanas, sino todo un modo de sentir y de entender las cosas, que busca el beneficio mutuo en todas las relaciones e interacciones humanas.
La filosofía del yo-gano/tú-ganas (ganar-ganar) busca que los acuerdos o soluciones sean mutuamente benéficos y satisfactorios.
Para lograr esto habrá que buscar alternativas, no se trata de luchar entre tu éxito o el mío, sino de buscar un éxito mejor, y que sea de los dos. Pero eso no siempre será fácil.
Hay cuestiones que se plantean en clave yo-gano/tú-pierdes, y ciertamente esa competitividad es inevitable. Pero hay otros muchos casos en los que surgen planteamientos de competitividad agresiva que no tienen sentido alguno.
Por ejemplo, en la familia: ¿tiene sentido hablar de quién de los dos está ganando en el matrimonio?; ¿o de quién gana en la relación con padre-hijo, o hermana-hermano? Son casos en los que parece obvio que, si no ganan ambos, esa relación está mal planteada.
No tenemos por qué vivir compitiendo con nuestra pareja, con nuestros hijos, con nuestros padres, con nuestros vecinos o nuestros amigos.
La gente madura expresa sus ideas y sentimientos con determinación y con consideración por las ideas y sentimientos de los demás.
Vale la pena, intentar vivir conciliando, negociando y procurando el beneficio mutuo, especialmente con los cercanos y próximos donde el contenido emocional de nuestras relaciones es muy significativo.