La palabra alegría nos hace pensar en deleite, dicha, gozo, regocijo y ciertamente podemos reconocer que es el grato estado de ánimo con que se hace algo y/o que se produce como resultado de algo que realizamos, vivimos o nos tocó experimentar. Para muchos las alegrías les vienen de los regalos que reciben, la comodidad o del automóvil recién comprado, es decir, su alegría es material y les viene de “afuera”, pero para otros muchos la alegría les viene de “adentro” es una alegría interior, como un gozo verdadero, más permanente, genuino y hasta contagioso.
El gozo y la alegría de una persona bondadosa, leal y compasiva, no es por lo que tiene materialmente, sino por lo que tiene espiritualmente. La alegría de fondo la tiene una persona que se sabe amada, aceptada, respetada. La verdadera alegría nace en la buena conciencia.
La verdadera alegría familiar viene de la armonía profunda entre las personas, la alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas o de las circunstancias favorables. La verdadera alegría viene de la armonía entre las personas, que experimentamos en el corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida. En la base de este sentimiento de alegría profunda está el amor en la familia, amor acogedor y respetuoso hacia todos. Si falta el amor se pierde la armonía, prevalecen los individualismos y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la armonía del afecto es espontáneamente alegre, lo cual no significa que no existan problemas, insatisfacciones o circunstancias dolorosas, pero el peso del amor familiar por cada uno de sus miembros hace que la alegría sea su fuerza.
Lo que entristece más es la falta de amor: no recibir una sonrisa, no ser recibidos, el desinterés o la falta de consideración, incluso a veces lo que entristece son ciertos silencios en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable. Si de fondo el amor y la armonía producen alegría ésta nos hace fuertes, nos hace valientes, sin aislarnos. Para no perder la alegría en la familia es necesario usar frecuentemente tres palabras clave: “permiso, gracias, y perdón”.
Ya sabemos que una persona no puede ser feliz y experimentar alegría sin tener paz interior y paz en sus relaciones con otros y en la base de una alegría profunda está el amor y la Integridad, pues uno de los principales beneficios de la integridad es la tranquilidad interior, en la familia la fuente de la alegría profunda y verdadera es el amor y la integridad.
Donde hay violencia verbal y física, encono, golpes, manipulación, invalidación, hostigamiento, soledad, abandono, inseguridad de afectos… se pierde la alegría.