Mientras los diputados, el gobernador y el secretario de gobierno tienen la cabeza en otra parte, el camión se detiene.
Se cumplirá pronto un año desde que se inició la crisis del transporte en el área metropolitana de Monterrey, por un asunto de tarifas. Es un año de patear el bote por parte de las autoridades, de no mover su postura por parte de los transportistas y de no mirar a ningún lado por parte de todos.
Ahora el bote pateado se fue a la zanja y no aparece. El Congreso solo piensa en ejecutar, por exigencia del Tribunal Electoral, la sanción a Jaime Rodríguez Calderón y a Manuel González. Y ellos solo piensan en defenderse.
Lo demás, pendiente. En el caso del transporte urbano está pendiente, nada menos que los regiomontanos puedan moverse por su ciudad con seguridad, con la mínima comodidad y con la confianza de tomar el camión a tiempo para llegar a tiempo. Y con precios razonables.
En estos meses, la crisis camionera en el área metropolitana ha terminado por reducirse a una crisis de tarifas. Se ha perdido tiempo precioso para otras cosas. Por ejemplo:
No hay avance en un diagnóstico del sistema. Seguimos sin saber qué realmente sucede con el transporte, de dónde proviene tan mal servicio aunado a una supuesta bancarrota de los concesionarios.
No hay avance en un rediseño de rutas. Seguimos sin saber si las rutas son las mejores o si el transporte metropolitano exige un replanteamiento. En estos tiempos en que existen simuladores de vuelo de alta precisión, ¿no habrá forma de usar un simulador de rutas? La respuesta es no, porque no hay datos: seguimos sin saber cuántos usuarios existen por cada ruta y por cada hora.
No hay avance en un sistema obligatorio de cobro único. Una tarjeta Feria o una feria de tarjetas, da igual. El punto es que el cobro en efectivo no permite saber nada del sistema. Ni siquiera cuánto gana un concesionario si realmente hay que subir las tarifas. Menos aún, cómo organizar las rutas.
Casi un año más perdido. Y lo que viene no parece tener salida.
