De los muy buenos libros que salieron durante la pandemia registro La ciudad de los poemas. Muestrario poético de la Ciudad de México moderna (2021) de Claudia Kerik. Una obra que le llevó largos años y abarca nutridos años de 1881 a 2020.
Entre sus goces destaco uno: los poemas pueden dar el servicio del “cómo era”. Voy a dos momentos; no están en el rico muestrario de Kerik pero me facilitan explicar a qué me refiero.
De Octavio Paz, claro, Kerik incluye varios pasajes. Uno: “Madrugadas sin nadie en el Zócalo/ Sólo nuestro delirio/Y los tranvías/ Tacuba Tacubaya Xochimilco San Ángel Coyoacán/ En la plaza más grande que la noche/ Encendidos/ Listos para llevarnos/ En la vastedad de la hora/ Al fin del mundo”. Los siguientes versos dicen: “Rayas negras/ Las pértigas enhiestas de los troles”. En mi vieja edición de Salamandra (1962) de Paz, donde viene este poema, luego de un verso que sólo dice “Bóveda verdinegra” apunté a lápiz y entre paréntesis: “antes los trolebuses eran verdinegros”. Sólo en Paz vuelvo a recuperarlos.
De José Emilio Pacheco, claro, Kerik incluye varios pasajes. Voy sin remedio a uno que no viene, “Parque España” (Irás y no volverás, 1973): “El surtidor se vuelve una columna del aire/pero la tierra llama/y el agua/vuelve a su semejanza /Otro poco/ de la fuente alza el vuelo/ Babel erguida en su imposible cohesión/De nuevo torre/ que a su gran pesadumbre se rinde”. Tantos años más tarde, a veces prenden esa fuente y según esto vuelve a alzarse la torre de agua. Nada que ver ya con lo del poema de Pacheco. El último verso: “que a su gran pesadumbre se rinde”, alude a dos versos de la “Canción a las ruinas de Itálica” de Rodrigo Caro: “Las torres que desprecio al aire fueron/ a su gran pesadumbre se rindieron”. Esa fuente que “alza el vuelo” ya sólo está en el poema de Pacheco. Ya nada de torre altiva, despreciadora del aire. Ya torre que no tuvo ni desde dónde caerse torre. Qué digo torre; ya esa ruina que ves, Fabio: ese taburete de agua.
Luis Miguel Aguilar