La pregunta en el título ¿Este es Kafka? 99 hallazgos, de Reiner Stach (Acantilado, 2021), invita en efecto a la extrañeza por encontrar Kafkas inesperables en cada uno de los “hallazgos”; ahí donde “cada detalle desmonta el estereotipo del escritor neurótico y torturado”, y pone en cambio y al descubierto una “colorida personalidad”.
El hallazgo 59 es un viejo conocido. La edición de Acantilado cita incluso la misma traducción de una de las Cartas a Milena (Alianza, 1974), donde Kafka le escribe desde Merano que tres hermanitas (la mayor de ellas cincoañera) se empeñan en tirarlo a un río cada vez que se lo encuentran. Hace años uní ese pasaje de Kafka con otro del poeta árabe Abu Nuwas para armar un breve texto, “De uno al que cambiaron”: “Yo era/ Sombrío. /Me las daba de/ Digno. /Gracias/A ti, hoy por mis adentros/ Corren niños, haciéndome/ Caras,/ Y niñitas que quieren/ Tirarme a un río, /Quizá por juzgarme, saberme/ Superfluo”. Para este Kafka no kafkiano se me ocurre un adjetivo: kafkarero.
En 2021 aparecieron también Los dibujos completos de Franz Kafka. Entre los jockeys que Kafka dibujó me quedé fijo en uno: me llevaba a otro jockey de impensable asociación con Kafka. A mediados del siglo XX Marianne Moore escribió el poema “Tom Fool en Jamaica” sobre un caballo de carreras elogiadísimo por un jockey de nombre Ted Atkinson. En la primera estrofa Moore alude al dibujo de un niño español de seis años, Julio Gómez, que llegó a sus manos tiempo atrás y era parte de una colección que buscaba recolectar fondos para la República española. En sus notas Moore incluye el dibujo: un jockey de pie sobre los estribos y una mula con las patas delanteras levantadas; el causante del freno abrupto es un caracol que les salió al paso por casualidad y los mira desde el piso. Esto habría fascinado al Kafka no kafkiano y gustoso de dibujar jockeys con absoluta seriedad y gracia infantiles. Así, para el dibujo del niño Julio Gómez sólo se me ocurre un… ese adjetivo: kafkarero.