2019-2020: AMLO encomendó 13 obras civiles al Ejército de corte estratégico y alto costo económico.
Además, entregó al Ejército y la Marina el control de las aduanas marítimas o terrestres y los aeropuertos. Mientras los primeros 20 meses del actual gobierno registraban 59 mil 451 homicidios y 97 mexicanos, en promedio, asesinados cada día.
La alta jerarquía militar no cabe de gozo.
2020: AMLO agradeció a las Fuerzas Armadas por haber “dado la espalda al golpismo” y reconoció que “no hay generales que pertenezcan a la mafia en el poder”.
La cúpula militar sonrió con discreción.
2020: AMLO decreta la militarización de la seguridad pública. La Guardia Nacional también está a cargo de un militar: el general Luis Rodríguez Bucio.
La alta jerarquía militar sonrió agradecida.
2020: Las Fuerzas Armadas recibieron “en 2020 la cantidad de 112 mil 557 millones de pesos”. Para 2021, presentaron un presupuesto del 19.7% superior al año anterior: 168 mil 656 millones.
De esta manera, las Fuerzas Armadas se convirtieron en el aliado estratégico de AMLO; pero también -como no había ocurrido en 91 años- en un Estado dentro del Estado.
En su paranoia por temer un golpe de Estado auspiciado por la élite económica e implementado por los militares AMLO les cedió un poder que no recuperará y, de manera irónica, tarde o temprano, jugará en su contra.
El caso del General Salvador Cienfuegos así lo demuestra.
La cúpula militar obligó a AMLO a negociar con Trump el regreso del general a México. Sin importar el futuro de nuestra relación bilateral con Biden y la DEA en un asunto tan delicado, dejado al garete por AMLO, como lo es el crecimiento territorial, económico y militar de los carteles del narcotráfico en más del 70% del nuestro país.
AMLO está acorralado por un tigre nutrido por su propia paranoia; que sí se descuida se lo comerá de un bocado.
Es un tigre fuerte, enorme, del tamaño de sus miedos; es insaciable, y se mueve de manera discrecional, opaca, consciente de su gran poder y, por ende, majestuosa.
Cuidado.