“Las llaves que abren la puerta a una verdadera reforma educativa”.
Dicen que el que porfía mata venado, y yo estoy como los albureros del César, repitiendo frecuentemente mi pronóstico de que en esta época las reformas educativas deben encontrar las llaves que abran el laberinto de integrar el conocimiento a la realidad del siglo XXI. También, como bruja maléfica, pronostico que la reforma actual va a ayudar a cambiar algo, pero no va a mejorar la formación integral de los estudiantes.
El maestro Ismael Vidales y el que esto escribe, hemos insistido desde hace mucho tiempo en las cuatro llaves de la apertura a la luz del siglo XXI, que son: enseñar a leer, escribir y comprender; además, debemos enseñar a contar y a usar el método numérico para ingresar al método científico, pues las matemáticas y las ciencias que transforman al medio ambiente son hermanas. Además, es imperativo no sólo regalar computadoras o laptops, sino enseñar a los jóvenes a programar su tecnología, incorporarla a su vida cotidiana para absorber rápidamente el conocimiento que ahí está plasmado y a tener un método de comprensión de la informática que le dé alta jerarquía al saber y menos a los aspectos lúdicos o de mensajería intersocial, que si bien son necesarios, tienen que ser secundarios a la programación y a la búsqueda real de la información, para suplir las enormes cargas de la currícula del siglo XX, que todavía se usa.
Es oficioso señalar que hay que enseñar a leer inglés o chino, que son los idiomas del futuro, dentro de la globalización y la comunicación, y por supuesto, sellar ese cuadro con un marco moral que genere una ética del comportamiento humano, para aprovechar la ciencia, la tecnología y la época de la aceleración de la historia, con instrumentos del saber y del ser integral, en beneficio de la humanidad y no en su perjuicio.
Ojalá no me quede clamando en el desierto y que las autoridades responsables de decidir olviden su tozudez de repetir lo mismo y esperar resultados distintos se den cuenta que el tiempo inexorable y se está diluyendo en el infinito de la confusión y de la incomprensión a la realidad de la época, que requiere incorporarse a la revolución educativa del mundo actual, so pena de quedarnos rezagados.