María Elena Chapa y Azucena Uresti.
Hoy vamos a tratar dos temas importantes.
María Elena Chapa: La conocí en 1979, cuando trabajamos juntos, siendo yo secretario de Salud. Ella era la encargada de Educación y desde entonces teníamos largas discusiones sobre la equidad de la mujer, sin sacrificar el hogar y de ahí obtuvimos conclusiones. Una de ellas es lo que hice de diputado federal: presentar una iniciativa para que la mujer pudiera cumplir ambas funciones: la de su equidad en el trabajo y la de su responsabilidad en el hogar. Lo anterior, con turnos partidos que permitieran a la mujer ir a su casa a comer.
María Elena coincidía, pero iba más allá: su visión tenía que ver con la equidad en todos los puestos públicos y privados, y la importancia de la mujer en el desarrollo social, económico y cultural de un país moderno, en donde se aproveche la corteza cerebral femenina, que es especial y diferente a la del hombre, puesto que germinan ahí la sensibilidad y la capacidad de tener amplia visión de los hechos, además de su ternura y legado de la transmisión de la especie, o sea, de la importancia de la inmortalidad genética a través de los hijos.
Posteriormente ella fundó el Instituto Estatal de la Mujer y defendió con enorme vehemencia, la igualdad y después fue legisladora en los congresos local y federal, generando un ambiente propicio para que ahora tengamos equidad en las posiciones políticas y vamos avanzando en las posiciones laborales.
Yo estoy consternado por su muerte, pero sus ideas están ahí, no han perecido y continuarán produciendo resultados.
Azucena Uresti: A esta dama tuve oportunidad de conocerla en el noticiero del arquitecto Benavides, donde aprendió los avatares de la comunicación y, dada su capacidad, creció rápidamente, defendiendo siempre la equidad, igual que María Elena, de la mujer en relación al hombre. Además, su inteligencia la ha llevado a ser una figura emblemática de la crítica periodística televisiva y radial que le permitió criticar, como debe ser, a los que ella sabía que estaban desarrollando actividades criminales, como fue el caso que la está llevando al borde del riesgo de la vida.
Azucena está siendo amenazada por los narcotraficantes de Michoacán, que son producto del enorme crecimiento de la violencia y de la narcoadicción que hemos tenido en una sociedad fría, que no considera la importancia de la juventud y la intoxica y la enferma.
Ella también, me consta, defiende la equidad con fuerza y la justicia, con su libertad de expresión y su prestigio, que fue ganando paulatinamente con su propio esfuerzo. Ahora es importante que protejamos la libertad de expresión y a todos los periodistas, pues en México mueren violentamente muchos periodistas, estando en muy bajo el nivel de protección de ellos, comparado con otros países.
El apoyo a Azucena de todos los medios muestra que estamos luchando para defender y preservar la libertad de expresión, que es fundamental para la sociedad y para el hombre mismo, pues hemos visto que en México se ha tratado de resolver el problema de la violencia organizada, con abrazos y no con prevención y represión justa.
Estas son mis experiencias y las comparto defendiendo la libertad con que nacimos, según Krishnamurti y oponiéndonos a la cultura criminal que nos oprime y nos impide ser nosotros mismos.
Descartes: Pienso, luego existo… María Elena murió, pero dejó un legado vivo, y Azucena está dejando otro, en donde la libertad de prensa significa, en la entraña de un país, el equilibrio necesario para la equidad no solo política, sino social.