Estamos viviendo fenómenos climáticos, que si bien fueron investigados desde el siglo 18, fue a principios del siglo 19 cuando ya se iniciaron las publicaciones que anunciaban los graves efectos que el calentamiento global tendría en el clima mundial.
En 1899, el investigador Thomas Chrowder Chamberlin desarrolló en detalle la idea de que los cambios en el clima podrían resultar de cambios en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, y escribió en 1899 el libro “Un intento de enmarcar una hipótesis de trabajo de la causa de los periodos glaciales sobre una base atmosférica”. Así a lo largo de dos siglos la humanidad hemos seguido hablando y alertando sobre las graves consecuencias que sufriremos a raíz del cambio climático.
Pero la triste realidad es que lo único que hemos hecho concretamente es alertar al mundo y debatir sobre ello, gastar cantidades astronómicas de dinero en publicitar ideas a favor y en contra.
En el seno de las Naciones Unidas se toman acuerdos “muy serios” como en el 2015, en que se decide disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 50%; mientras que en el seno de los gobiernos de los países siguen planenado el uso indiscrimanado de combustibles fósiles mucho más allá del 2030.
La arrogancia con la que nos conducimos como seres humanos es patética, pretendemos resolver un problema de dimensiones mayúsculas (como el hecho de que el deshielo del ártico medido desde 1979 se ha incrementado en más de un 60%) con campañas masivas a nivel mundial para prohibir los plásticos, como si estos fueran nuestros enemigos; solo para dimensionar de lo que hablamos, el total de petroquímicos en el mundo utiliza únicamente el 2% de la producción total de petróleo crudo.
Es una enorme hipocresía el que culpemos el uso de un producto, cuando en realidad los culpables del mal manejo de los residuos somos los seres humanos.
La tecnología nos puede ayudar muchísimo a mejorar estas condiciones; existen ya grandes intentos como la iniciativa Breakthrough Energy con mil millones de dólares aportados por Bill Gates y Mark Zuckerberg. Sin embargo, esos recursos no servirán de mucho si no van acompañados de la voluntad política de los poderosos para verdaderamente hacer cambios de fondo. _