Ponerle nombre y apellido a las víctimas de cualquier tragedia siempre resulta una buena manera para que la sociedad las comprenda mejor, pero también para incentivar la memoria colectiva.
Con Gregorio por Nachman sucede esto y más al representar una producción que pone un gran ejemplo en cuanto a la autogestión y la sensibilidad con la que nos presentan la historia del actor, teatrista y militante de la cultura desaparecido durante la dictadura cívico militar en Argentina el 19 de junio de 1976.
La película dura una hora y en ese tiempo la directora Silvina Stirnemann consigue una construcción del sentimiento de un país en el que hasta hoy existen varias personas que exigen justicia para los suyos.
El proyecto fue posible gracias a una idea original de Eduardo Nachman, hijo mayor de Gregorio, quien aparece entrevistando a familiares, amigos y artistas de la época que conocieron a su padre.
La producción también da cuenta del juicio que pasa uno de los genocidas que tenía a su cargo un centro de detención donde estuvo Gregorio y en el que le dan prisión domiciliaria pese al testimonio que rindió Eduardo.
Sin embargo, también muestra la presión social que la población ejerció para revertir la sentencia y obligar a los jueces a mantenerlo en la cárcel.
Debido a la dureza de su contenido e independencia carece del registro del instituto de cinematografía argentino y la oportunidad participar en diversos festivales, pero eso no impide que, a través de una red de organizaciones a lo largo del mundo, el mensaje del documental llegue a varios países.
El documental fue presentado en tres foros distintos en su paso por la Comarca Lagunera el año pasado y en dos de ellos participaron las integrantes de los colectivos de búsqueda de desaparecidos.
En el intercambio de experiencias Nachman compartió las particularidades del fenómeno de la desaparición forzada en la década de los setenta y cómo a más de 40 años de lo sucedido los gobiernos de derecha e izquierda, sin excepción, han intentado apostarle a olvidar lo sucedido o cooptar a una parte de los colectivos que claman justicia.
