El tema de la salud mental siempre es multidimensional y es importante hacer reflexiones que consideren las distintas aristas. El acceso a las detecciones para personas neurodivergentes, por ejemplo, representa retos importantes tanto a nivel personal como institucional. Es cierto que muchas limitantes están en la estructura de los sistemas de salud, la poca cobertura, los tiempos de espera, la falta de profesionales y hasta en la necesidad de actualización del gremio; pero hay otras que corresponden a aspectos sociales y de esas también es necesario hablar.
Un aspecto al que se ha prestado insuficiente atención es la divulgación y la socioeducación para el reconocimiento de rasgos de importancia médica para la psicología y la psiquiatría. Así como ocurrió con la emergencia por covid, cuando era una prioridad que la población supiera reconocer signos y síntomas para la pronta detección de la enfermedad.
En general la divulgación sobre la salud mental se ha centrado en temas como la depresión, la ansiedad y el estrés; considerando que son los principales causantes de incapacidad a nivel mundial se entiende el peso de prioridad estadística que acaparan. Pero el reconocimiento de la neurodivergencia también requiere seriedad puesto que se trata del bienestar y la calidad de vida de las personas. Como consecuencia de lo anterior hay algunos posibles indicadores de neurodivergencia que pasan desapercibidos tanto por las personas neurodivergentes como por quienes les rodean, en muchas ocasiones atribuyéndolos a rasgos de la personalidad. Esto puede suponer un problema ya que entonces las personas están viviendo sin la comprensión de sí mismas y sin las adecuaciones necesarias en entornos laborales, escolares o comunitarios. De esa manera puede haber complicaciones para el libre desarrollo de quienes sean neurodivergentes y no lo sepan. Aquí se convierte en una prioridad la atención a las detecciones e identificaciones que, además, son un derecho.
