La llamada Ley Olimpia es el ejemplo de cómo la resiliencia de las mujeres empuja acciones para la protección de los derechos de las mujeres y no a un nivel individual, sino colectivo. Toda acción legislativa debe venir acompañada de educación social, que requiere diversidad de estrategias para lograrse.
El arte siempre ha sido un recurso viable del que se ha echado mano, sus productos reflejan los componentes culturales y fácilmente participa de la dialéctica de reproducción.
La semana pasada estuve presente en una obra teatral desarrollada por el Colectivo Jermu que es, por sí misma, un homenaje a la valentía de las mujeres que han sido víctimas de la llamada violencia digital, que han tenido la fuerza de confrontar a sus agresores, que han decidido denunciar y, por supuesto, a aquellas que con sororidad las acompañan.
La propuesta no sólo destaca por su fondo (que desarrolla, con un bajo tono educativo, una sensibilidad con la problemática de la violencia) sino también por el formato innovador que han adaptado, valiéndose de lo digital, para saltar las barreras que la misma pandemia interpuso en el proceso de creación.
Una intervención sobre violencia digital en un formato de chat de tiempo real como guion teatral completa con orgullo el puente entre una reforma de ley y el ambiente necesario para la garantía de derechos.
Seguro que harán falta muchos más esfuerzos, este es uno que no debe ser desaprovechado y por ello, las fundadoras del colectivo y creadoras de la obra “Menos mal que es torpe y me quiere. Si no me quisiera y fuera hábil, WhatsApp sería un arma horrible”, tienen opciones para llevarla a los espacios que la bien reciban, principalmente los entornos escolares a partir de nivel medio superior.
Lol Canul
Twitter: @lolcanul