Cuando conocí la historia de Cat Janice no pude menos que empatizar con las preocupaciones de una madre con el futuro de su hijo. Cuando fue diagnosticada con cáncer en fase terminal decidió que las ganancias a través de la monetización de su último lanzamiento, la canción “Dance outta my head”, serían destinadas para garantizar el futuro económico de su hijo de siete años, Loren, y así lo anunció a su público. La canción sonó en todas las plataformas no solo anunciando la noticia sino acompañando también publicaciones de todo tipo convirtiéndose en tendencia viral a la que se unió gente que no conocía la música de Cat antes de eso.
Cat murió el pasado 28 de febrero a la edad de 31 años. El anuncio fue dado por su hermano, quien mencionó: “…descansa en la paz de saber que continuará proveyendo a su hijo a través de su música”.
La carrera de Janice en la música contaba cerca de una década, así que sus composiciones debieron ser la herencia para su hijo. La historia de ella es conmovedora y resuena como un testimonio valioso en favor del bien común. El éxito de su petición expone que las acciones de una sociedad pueden ayudar a resolver un problema.
Si bien, escuchar una canción no requiere mucho esfuerzo, vale resaltar la toma de decisiones personales en algo como el consumo del arte trascienden con un impacto comunitario. La respuesta positiva se logró gracias al poder movilizador de su historia y de la capacidad de empatía que tenemos.
La preocupación manifiesta de Cat por garantizar el bienestar futuro de su hijo es compartida por muchas mujeres que también son madres y, aunque todas usan su talento y trabajo para hacer frente a los problemas, una triste realidad es que no todas cuentan con los medios para recibir todo el soporte que la cantante.
Así que un legado más puede ser la invitación a reflexionar sobre el poder de nuestras elecciones y preferencias, en saber que, incluso si parecen pequeñas, la suma de ellas puede favorecer a quienes necesitan apoyo. Somos parte de la sociedad en la que participamos y construir una cultura de cuidados y sostén depende, en gran medida, de nuestras decisiones.