Las opiniones sobre el cinturón de paz en la marcha del pasado 2 de octubre están divididas, según la encuesta en internet de TR Research y Mitofsky (www.consulta.mx 7/10/2019). Y, sin embargo, incluso entre los simpatizantes de Morena, 19 por ciento piensa que esta iniciativa fracasó y 21% dice que no debe volver a utilizarse.
Todavía más significativo, 85% de los encuestados, entre ellos una mayoría de morenistas (71%), estima que la autoridad debió mostrar una actitud más firme frente a los actos vandálicos. Esta opinión prevalece aun cuando la generalidad de los entrevistados también cree que, de haber intervenido la policía, la violencia se habría exacerbado.
El deseo de mayor firmeza refleja las valoraciones sobre los grupos anarquistas. En forma casi unánime, las opiniones son adversas, pues además de que no se les reconoce una causa justa de indignación, son considerados provocadores manipulados. En el caso de los “manifestantes encapuchados” la desaprobación alcanza 98%.
A la gente no le gustan los actos vandálicos y quiere respuestas efectivas. Es cierto que los daños del pasado 2 de octubre fueron menores a los observados en marchas previas. Y tal vez se debió, en alguna medida, a la presencia de ciudadanos y funcionarios desplegados en esa cadena humana. Pero el hecho es que, para la gran mayoría de la gente, el vandalismo es injustificado y requiere una respuesta más enérgica que un cinturón de paz.
En caso de extenderse la percepción de falta de firmeza, el costo para la autoridad podría elevarse. Si se apuesta por el cinturón de paz, si el vandalismo continúa y, peor aún, si hay violencia contra las personas —sean o no integrantes de esa valla humana—, el balance puede tornarse muy negativo.
Al final, un cinturón de paz no es suficiente como estrategia única para contener la violencia. Creo que, de volver a usarse, como lo anticipó la autoridad, su valor en el futuro será más bien simbólico. La prudencia aconseja que la apuesta sea más bien por un trabajo de inteligencia, por acciones preventivas que acoten la presencia de los enmascarados en las marchas y, por supuesto, por una prudente, pero más oportuna acción policiaca.