A Fernando Canales
Fernando Canales te conocí en uno de esos tantos viajes que hice a la ciudad de Monterrey. Tú eras el conductor del autobús y aún te desempeñas como tal. En esa ocasión, como en casi todas yo tomé el asiento número tres.
Desde que subí tú y yo sentimos una enorme empatía el uno para con el otro y eso propició la apertura al diálogo entre los dos.
Sin embargo, luego de ese viaje no te he vuelto a ver más… creí que ese había sido uno de tantos amigos a quienes una se encuentra en el camino para jamás volverlos a ver.
Pero un buen día regresé a casa con un profundo dolor de muelas en el alma… había pretendido salvar a una amiga y en el intento de hacerlo, la que casi me hundí fui yo… como de costumbre, me había metido a deshacer entuertos y así me había ido.
Desperté dolorida y frustrada, con un cierto sentimiento de fracaso y abandono… malherida.
Al día siguiente ya muy de mañana, revisé los mensajes en mi móvil y ahí estaba él. ¡Sí! Eras Fernando Canales en persona quien me habías enviado algunos mensajes hechos a la medida.
Y así seguimos por un buen tiempo y luego algo pasó. Te perdí, me perdiste, qué sé yo.
Pasó el tiempo y nuevamente la vida me asestó otro golpe, por una mala medicación me había venido una reacción adversa cuyos efectos fueron nefastos.
Y como por arte de magia apareciste nuevamente tú… el amigo invisible Fernando Canales. No sé cómo fue que lo hiciste -eres brujo-, pero una vez más me enviaste los mensajes que yo necesitaba… y al cabo de un tiempo te volviste a ir.
Todo parecía ir bien, hasta que un buen día, por primera vez en mi vida experimenté lo que era un despido… ay caray que duro.
Llegué a casa casi vencida y el alma sin peto y sin espaldar y ahí estabas tú Fernando mi ángel guardián y tus mensajes y tu oración también.
Yo viajo seguido a Monterrey y siempre lo hago con la esperanza de volverte a ver y nada… a veces imagino que en realidad eres un ser etéreo… estrella de polvo cósmico… moción de Dios.
Fernando Canales. ¿Nos volveremos a ver?