A lo largo de mi vida he escuchado a muchas personas decir, que la vida no tiene sentido.
He visto como se han visto forzadas a realizar trabajos que no les satisfacen y que les resultan poco gratificantes.
También, les he escuchado decir que se sienten profundamente solas y con una cierta sensación de nostalgia por el ayer.
La vida les ha puesto frente a una situación, ante la cual, lo único que realmente prevalece es la necesidad de poner en acto los valores de actitud y de mirar de frente, la posibilidad de alcanzar los valores de realización.
Puede ser que estemos frente a una situación de desempleo, de enfermedad, de crisis económica, o bien, ante una profunda vivencia de decepción frente a aquellos a quienes consideraron sus amigos.
El sujeto se sitúa ante la disyuntiva de aferrarse a la vida con entereza y fortaleza, o bien, de enfrentarse a ella, con una actitud de derrota y de deseo de muerte.
En muchas ocasiones, la vida conduce al individuo a situaciones límite. Es justamente aquí, cuando el sujeto pone a prueba toda su capacidad de resiliencia.
Al final de su vida, la persona habrá de decir…Si he fallado, si he fracasado y si…si…es verdad, algún día habré de morir.